El Lenguaje de la Piedra
Si hay algo que perdura, que permanece inalterable en medio de un paisaje vital donde todo cambia y se transforma. Algo que resiste indiferente el inexorable embate de los siglos... es sin lugar a dudas la piedra. Realidad perenne en medio de una Naturaleza viva y dinámica donde todo está sujeto al desgaste, la descomposición y la muerte. Por eso para el hombre de las culturas tradicionales los vegetales, con su periódica floración estacional, representan el cíclico renacer de la vida, mientras que la piedra, con su inmutable dureza, su incorruptibilidad y su poder de permanencia, fue siempre un símbolo de eternidad.
Desde la era Neolítica, el hombre ha venido construyendo su vivienda con materiales más omenos perecederos, c la madera, la paja o duros bloques de piedra ¿pues qué mejor material podían usar para consagrar sus templos y altares a las divinas potencias generatrices de la Naturaleza, que los huesos de la madre Tierra? Gestadas en sus ígneas entrañas, las piedras son la columna vertebral de Gaya, una Diosa que a lo largo del tiempo ha recibido mil nombres, si bien todos ellos iban acompañados siempre del bello apelativo de Madre, pues ultérrimamente es la piedra la que sostiene el manto de tierra fecunda que nutre a todos los seres vivos que habitan sobre la faz del planeta. Existen también algunas piedras singulares, muy apreciadas por el hombre antiguo, como aquellas piedras preciosas que engarzaban sus joyas, coronas y cetros reales. Preciadas gemas cuyas ocultas propiedades -según los alquimistas- potenciaban en el hombre su alianza con las energías cosmotelúricas, otorgándole en mayor o menor medida el poderoso don de la magia, o aquellas otras enigmáticas «piedras del cielo», epifanía de los Dioses uránicos que atesoraban en su interior la ígnea luz de las estrellas. Rocas y hierros meteóricos con los que aquellos misteriosos artesanos forjaban las armas mágicas de los reyes, los báculos de los magos y las herramientas rituales de los sacerdotes y hierofantes. Para los antiguos egipcios, por ejemplo, la piedra era «sustancia de eternidad». Al principioconstruyeron con ella sus primeros altares y monolitos sagrados, como el de la piedra «Ben-Ben» en Heliópolis, o el zócalo que sostenía la estatua del rey-sacerdote, como se puede apreciar en la tumba del rey Den, en Abydos (I Dinastía), que constituye el primer ejemplo conocido de la utilización de la piedra en la arquitectura. Tres siglos más tarde, el genial sabio Imhotep, filósofo, médico, gran sacerdote de Heliópolis y visir del faraón Zoser, fue el primer arquitecto de la historia conocida que utilizó la piedra tallada para edificar colosales monumentos como la Pirámide Escalonada de Saqqara. A partir de entonces, los egipcios decidieron construir sus templos, obeliscos y pirámides reales con «sustancia de eternidad». Ya que si bien sus viviendas, elaboradas con ladrillos de adobe, podían ser efímeras como su personalidad mortal, el hogar de los Dioses tenía que poder perdurar eternamente, como sus inmortales moradores. Más tarde los griegos, al igual que otras culturas, prosiguieron la noble tradición de la piedra, y en un alarde de genio sin par establecieron una alianza con las esquivas Musas, y así fue como aquellos nobles hijos del Egeo, con diestra mano y singular pericia, dieron proteica forma a la piedra, domando su dura aspereza, doblegando su inerte resistencia, suavizando su textura y dulcificando sus contornos, hasta que el Alma de la piedra, ya completamente hechizada, cayó rendida en sus manos, desnudando sin pudor sus más secretas intimidades ante aquellos sublimes artistas helenos que, enamorados de ella, fueron capaces de insuflar vida en las entrañas de la misma piedra, modelando en sus obras el esplendor de una belleza detenida en el tiempo, un destello de perfección... inmortalizado en la eternidad del mármol. Los templos egipcios encarnan en la tierra la grandeza de unos arquetipos celestes, convirtiéndose así en el espejo de la armonía cósmica, y sus hieráticas esculturas, hechas a imagen y semejanza de lo Divino, muestran al corazón del hombre el insondable rostro del misterio... de lo inefable... de aquello que trasciende la humana condición mortal. Sin embargo, en las estatuas griegas es lo humano lo que sale a nuestro encuentro: sus héroes, Dioses, poetas y filósofos, descienden desde sus pedestales de piedra para mostrarnos en toda su plenitud y pureza la trágica condición del Alma humana, su épica lucha contra el destino inexorable, el poder de la voluntad contra la fatalidad, de la vida contra la muerte... y detrás de todo ello, surgiendo desde el mismo corazón de la piedra, sus estatuas exhalan un intenso anhelo de belleza y perfección, una inextinguible sed de inmortalidad, cuyo aroma despierta en nosotros el eco de lejanas reminiscencias. Sí, las piedras hablan, ellas nos cuentan su historia en un lenguaje hoy perdido, y su historia es también la nuestra porque es la historia del mundo. Nosotros podemos escucharlas o ignorarlas, pero ellas son y seguirán siendo... cuando nosotros ya hayamos dejado de ser.«Omnia transit, tempus fugit... solum aeternitas est». Todo pasa... el tiempo vuela... sólo lo eterno permanece. Francis J. Vilar Editorial
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Cómo relacionarse con las Piedras
Jesús León Peiró |
La clave, el centro, lo auténticamente determinante, es “descubrir” cómo podemos comunicarnos con las piedras, qué “idioma” emplear para entenderlas y hacernos entender nosotros por ellas. Ahí está el quid de la cuestión.
Convendrás conmigo que, en principio, hay tres posibilidades. Imagínate que te encuentras con una persona de otro país, con otro idioma muy diferente al tuyo, y ambos no sabéis otro idioma que el vuestro. Si queréis comunicaros, primera opción, podrías tu aprender el idioma del otro. Segunda posibilidad, la contraria, que la otra persona aprendiera tu idioma. Tercera, buscar entre ambos una fórmula que no sea ni tu idioma ni el suyo. Por ejemplo, y seguro que lo has practicado más de una vez, por signos, por gestos. Y desde luego, también cabe la posibilidad de aprender un idioma nuevo que te sirva a ti y al otro, como fue el sueño de entendernos los humanos a través del esperanto.
Vamos a poner las cosas en su sitio. Para empezar, ya que vamos de “seres superiores”, de “culmen y cénit” de la creación, apechuguemos con nuestra “superioridad”, cuando no chulería. Demostrémoslo. El fuerte es quien debe ser “generoso” con el débil, el listo con el tonto. Debemos ser nosotros quienes demos el paso al frente de tratar de conocer y entender a las piedras. ¿No te parece justo?
Pero, ¿en qué idioma hablan las piedras? Es más, ¿hablan? ¿tienen un idioma? Sinceramente, no lo sé. Hoy, todavía, no lo sé. Ahora bien, yo, como cualquiera de vosotros, sí puedo experimentar que desde una piedra me llega “algo” Mis sentidos físicos captan “algo” Y estoy hablando sólo de los sentidos físicos, que luego daremos un paso más allá.
Por ejemplo, a través de la vista, veo la piedra. Por lo pronto no es un fantasma, un ente invisible. Y no sólo veo una piedra, ésta piedra de la que hablaba, sino todas. Y al ver una y otra y otra, establezco diferencias y no sólo eso, preferencias. Hay una, o varias, que me llaman la atención de forma especial. Sera por el color, la forma, el tamaño… Es más, dentro de las que son iguales, la misma especie, incluso casi igual a otra, es una y no otra la que en la tienda me llama la atención sobremanera y quiero comprarla para llevármela a mi casa.
Asimismo, por el sentido del tacto, establezco diferencias, también preferencias. Unas son lisas, suaves. Otras rugosas. Unas pesadas, muy pesadas. Otras frágiles, livianas. Las hay frías y por el contrario otras calentitas. Pero es que si pongo en función el sentido del gusto descubriré que unas son saladas, otras ácidas, con sabor a tierra, etc. etc. Hasta por el olfato puedo captar diferencias y matices, pues las hay que exhalan olores muy particulares. En cuanto al oído, también podríamos llegar a captar singularidades.
Sin embargo, o bien nuestros sentidos físicos no están muy desarrollados o las piedras no se toman demasiado interés en hacerse comprender a través de ellos. Nada extraño. Hasta el momento han sido muy pocas las personas que han tenido interés en comunicarse con las piedras y, por tanto, no han agudizado sus sentidos físicos en esa dirección. Ya digo, nada extraño. Nosotros hemos perdido mucha capacidad olfativa y auditiva simplemente porque en el transcurso de nuestra evolución no ha sido un sentido que hayamos trabajado con especial interés, porque hemos puesto el acento más en otros, como la vista. Sin embargo, ya sabes que las personas ciegas, ante la ausencia de vista, desarrollan más el resto de sentidos o como en función de nuestra profesión o simplemente dónde vivimos potenciamos más un sentido que otro. Ya digo, y perdón, nada extraño. ¿Para qué íbamos a desarrollar nuestros sentidos físicos para captar mejor a las piedras si nunca hemos sentido la necesidad de relacionarnos con ellas más allá de utilizarlas para fines prácticos, para “usarlas” que no “entenderlas”?
Sin embargo, otra buena noticia: ¡No es tan difícil comunicarse con las piedras y minerales! Se trata tan sólo, y nada menos, que básicamente aprender a relajarse y meditar con la piedra en cuestión sobre la que tú desees comunicarte. Para ello, hay distintas técnicas concretas. Como dice el refrán, cada maestrillo tiene su librillo. En mi caso, comienzo practicando la percepción mental, es decir, centrando la mente en la piedra concreta en sus aspectos físicos (color, peso, forma, etc) Después, se trata de sintonizar con la energía que desprende, hacerte “sensible” a ella. A partir de ahí, entra el diálogo: pregúntale cuanto quieras saber, por ejemplo cuáles son sus virtudes y qué te puede ofrecer.
En otro lugar te doy diversos ejemplos de esas conversaciones, es decir, datos sobre las propiedades genéricas de los distintos minerales que puedes consultar, pues son como un atajo que te acorta tu camino personal de descubrir las características de los minerales, pero acuérdate que de teoría no se vive, sino de personalmente hacer las cosas, de vivirlas en primera persona, así que vas a tener que poner un poco de tu parte si realmente quieres vivir esta experiencia.
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¿Qué es la Piedra para los Pueblos Quechuas?
Nuestros huesos es lo que es la piedra en la Pacha Mama, los huesos de la Pacha Mama son las piedras. Las piedras nacieron en el centro del fuego, en el centro de la tierra que está caliente. Ahí hay un calor inmenso y poderoso y eso hace que los volcanes se activen. Ahí nacen las piedras. La piedra hembra tiene más poros y la piedra macho menos poros. La piedra hembra sirven para cocinar y las piedra macho para construir. Tienen unas marcas, unos poros como caminos que fueron formadas por el agua. Los poros de las piedras son la marca de la tierra. ¿Por qué los indígenas vamos a rezar a los cerros? Porque estamos en la búsqueda de esa agua del inicio, de esa marca de vida. No es por locos que decimos que Acuchimay es un apu. Por eso debemos limpiar siempre nuestro templo.
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Editado por: Gloria H.
http://armonicosdeconciencia.blogspot.com
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