Socialismo o muerte... ¿no hay opción? |
viernes, 2 de mayo de 2014
COLOMBIA: HISTORIA DEL SOCIALISMO I - Relación entre Socialismo, Élites y Catolicismo
HISTORIA DEL SOCIALISMO I
Relación entre socialismo, élites y catolicismo
Septiembre 28 de 2009, por Ricardo Puentes Melo
A muchos lectores les chocará profundamente o les parecerá ridículo lo que vamos a mostrar aquí. Por ello, es necesario dejar en claro una conclusión a la que llegaremos: El socialismo no es contrario al capitalismo; el socialismo es otra forma de totalitarismo que los dueños del capital multinacional han buscado con ahínco. ¿Por qué..? Porque el socialismo permite la concentración de la riqueza y el poder en unas pocas manos que, bajo la excusa de estar en manos del “Estado”, proveen a las élites de un margen de maniobrabilidad a su entera discreción sin posibilidad alguna de que los gobernados protesten o exijan cuentas a los gobernantes. Por ello es que en los gobiernos socialistas las personas pierden sus libertades personales y “el Estado” (léase “la élite”) se hace dueño absoluto, además del poder y la riqueza, de las mismas vidas de los infelices que son esclavizados por el régimen. Quienes manejan el capitalismo desde Wall Street, también controlan el socialismo. Eso quedará demostrado, como pretendemos.
Muchos seguidores de las ideas socialistas creen falsamente que este tipo de gobierno es “del pueblo” y que persigue el bienestar común y la igualdad social; ignoran que el sistema ha sido diseñado para manipular sus creencias desde la más tierna edad, de tal manera que –sin darse cuenta- el socialismo se convierte en una nueva religión por la que están dispuestos a morir.
Sabiendo que el socialismo es un sistema anhelado por las élites, podemos entender por qué muchos de quienes sabemos que pertenecen a las clases altas defienden las ideas de izquierda. Ellos controlan cada estamento conocido, incluidos –por supuesto- las religiones, el sistema educativo, la justicia, el sistema financiero y los grandes medios de comunicación.
Por ello no resulta extraño que Samuel Moreno Rojas, alcalde de Bogotá, católico practicante, supersticioso al extremo, adorador de la virgen María y –al mismo tiempo- socialista cofundador del Polo Democrático, asista a una de las mega-iglesias “evangélicas” –Avivamiento-, de Ricardo Rodríguez. Tampoco es extraño que “pastores” supuestamente cristianos militen en partidos políticos de izquierda que son –eso dicen- ateos.
En realidad, la religión es y ha sido utilizada por las élites para adormecer las masas y, aunque el socialismo se autopregona como ateo, no es más que una religión concienzudamente planeada para lograr el mismo fin que las demás corporaciones religiosas: esclavizar y manipular.
Dentro de todas las religiones diseñadas para este fin, sin duda alguna la Iglesia Católica juega un papel muy importante, al igual que todas sus hijas: las iglesias evangélicas. Todas forman parte del mismo sistema diseñado para engañar, esclavizar y someter.
¿Le parece extraño que los guerrilleros de las FARC –como Raúl Reyes- hayan sido seminaristas y fieles devotos de santos católicos e, incluso, que al lado del fusil y las granadas hayan tenido escapularios bendecidos por el mismo papa romano? Con la información que tendrá de aquí en adelante verá que no es tan extraño.
Por las mismas razones, ya dejará de parecerle raro que los líderes de las iglesias evangélicas, como César Castellanos y su esposa Claudia Rodríguez de Castellanos –miembro del Congreso de Colombia- sean tan cercanos al Opus Dei, a narcotraficantes y a toda clase de corruptos; entenderá también por qué la famosa “visión” del G-12 que estos pastores aseguran haber recibido del mismo Cristo, es una copia exacta de la visión del Opus Dei y de los Jesuitas.
De igual manera, entenderemos por qué un socialista como Hugo Chávez –aparente contradictor y enemigo de todo aquello que huela a imperio-, es él mismo un súbdito obediente de la corona de Inglaterra.
Sin duda alguna, socialismo, imperialismo, monarquía, catolicismo, terrorismo, narcotráfico y “cristianismo” pueden estar aparentemente tan alejados como mercurio de neptuno. Pero no es así. Están mucho más unidos de lo que algunos quieren aceptar.
De todos es sabido que los amos y dueños de estas iglesias evangélicas, pastores poderosos a quienes sus fieles obedecen como borregos a la hora de elecciones políticas, últimamente son buscados por quienes sueñan con ser elegidos para cargos públicos. Estos pastores se han convertido en políticos aviesos que no dudan en hacer alianzas con quien sea si esto redunda en beneficio propio; para el caso en Colombia tenemos a César y Claudia Castellanos, Enrique Gómez, Eduardo Cañas, Ricardo Rodríguez, Lucho Salas, Chucho Bernal, Luis Felipe Barrios, Clara Sandoval, Orlando Castañeda, Angélica Tovar (estos tres últimos, al servicio de los Castellanos) y otros más. Muchos políticos van a sus cultos durante las épocas preelectorales con el ánimo de ganar simpatías, hasta socialistas pretendidamente ateos.
Los inocentes pueden suponer que esto se debe a que se está llegando a una etapa de acercamiento entre catolicismo y protestantismo, o entre socialismo y ultraderecha, o entre superstición y “genuinos milagros”, o entre idolatría y fe. Pero la verdad es que lo que hemos visto es la prueba de que los jesuitas han cumplido perfectamente con el trabajo propuesto cuando nacieron en las entrañas del movimiento de los Iluminados en España, con Ignacio de Loyola.
El primer objetivo de la Orden jesuita, era –desde el principio- acabar con los vientos reformistas que movían a las personas a acudir a la Biblia sin contar con intermediarios, de dos maneras: con la confrontación frontal, mediante la Inquisición, con el asesinato de cristianos verdaderos, y mediante la infiltración de los grupos protestantes por parte de jesuitas sin sotana que fingieran y fungieran como líderes espirituales evangélicos. Todo ello para, poco a poco, llevar a todos los creyentes religiosos a fundirse ecuménicamente en una sola religión bajo en control del papa que, a su vez, es marioneta de las élites. Por eso, tampoco es extraño que los más importantes líderes evangélicos hayan acudido a Roma para pedir la bendición papal de manos del jerarca romano de turno. Allá han ido famosos predicadores evangélicos como Billy Graham, Benny Hinn, K. Kulman, Marcos Witt y muchos más; todos jesuitas sin sotana. El mensaje es claro.
Sin embargo, como ya lo mencionamos, los jesuitas no buscan simplemente colocar a los creyentes bajo el yugo papal, o eliminar definitivamente a quienes no los sigan; esta demoniaca orden, eufemísticamente llamada “Compañía de Jesús” va mucho más allá. Busca ubicar al papa romano como cabeza espiritual y política del mundo. Y para lograrlo, la Orden está dispuesta a hacer cualquier cosa… en realidad, ha hecho de todo para lograrlo. Desde pasar como pastores “cristianos” para engañar a quienes buscan a Jesús, hasta crear monstruos como Hitler o Mussolini y asegurar de ellos que son “siervos defensores de la fe cristiana”; incluso han educado y patrocina a los más sanguinarios líderes socialistas de la historia.
Michael Schmaus, sacerdote, profesor de la facultad de Teología de Munich dijo lo siguiente durante el ascenso de Hitler en el poder: “Las leyes del nazismo y las de la Iglesia Católica tienen el mismo objetivo”. Pío XII no solamente no lo reprendió, sino que alabó al sacerdote refiriéndose a él como “príncipe de la Iglesia”.
Schmaus también afirmó: “Imperio e iglesia es una serie de escritos que deberían contribuir al desarrollo del tercer Reich porque une a un estado nacional socialista con el cristianismo católico.”
El Vaticano es el poder internacional más antiguo del mundo y, como tal, ha ejercido su influencia para consolidar regímenes totalitarios –que luego firmarán Concordato con la Santa Sede; y para esto no ha dudado en urdir y promocionar las guerras más sangrientas y las masacres más infames que la humanidad haya visto jamás. Apoyaron y patrocinaron a Hitler, Mussolini, Franco, Stalin, Mao y muchos más dictadores que han traído la guerra y la miseria a las naciones. ¿Por qué..? Porque las guerras consolidan el poder del Vaticano, es decir, de la élite.
Después de cada guerra, de cada desastre, el Vaticano aprovecha porque es el tiempo preciso para tomar control sobre las masas dominadas por el miedo y la desesperanza. La Iglesia Católica siempre, siempre se ha beneficiado de la muerte, las masacres y la miseria ya que la gente que ha sufrido indefectiblemente se mueve a buscar el falso consuelo de las prácticas religiosas que no hacen otra cosa que sumir más al pueblo en la ignorancia, la pobreza y la esclavitud.
En Colombia, las iglesias católicas y las denominaciones “cristianas” (que no son más que instrumentos del papa) se llenan hasta reventar y sus pastores y sacerdotes viven cubiertos de lujos desvergonzados que contrastan con la pobreza de los fieles, verdaderas víctimas de los reales instigadores de nuestro conflicto armado. Mientras en los templos católicos se dice que la pobreza es sinónimo de santidad, en las iglesias evangélicas se enseña que la riqueza es prueba de santificación. Como es evidente que la casi absoluta mayoría de los fieles “cristianos” pasan trabajos económicos, los pastores –que viven en la opulencia- aducen que las dificultades financieras de sus feligreses se deben a pecados ocultos de ellos o de sus antepasados hasta la décima generación. La manera de romper las maldiciones financieras, dicen estos timadores, es dando más y más dinero a los pastores. ¡Cómo pisotean el nombre de Dios..!
El conflicto colombiano, auspiciado por el Vaticano, ha sido aprovechado inteligentemente por los jerarcas católicos para consolidar su poder político y espiritual en el país. Los jefes de Estado los consultan, los nombran como mediadores entre el gobierno y la guerrilla ignorando -a propósito o inocentemente- que los creadores de las guerrillas colombianas han sido precisamente sacerdotes católicos quienes desde los púlpitos alientan al pueblo a tomar las armas, o las toman ellos mismos para pelear como “adalides” de la libertad. Una libertad que es despreciada desde las entrañas mismas del trono papal.
Durante el siglo XX, el Vaticano gobernó la política exterior e interior de la mayoría de los países. Mediante los partidos católicos controló cada paso en búsqueda de sus intereses. Recordemos que fueron partidos políticos católicos los que subieron al poder a Hitler, Mussolini, Franco y Pinochet entre otros. Pavelic, el líder terrorista que masacró al pueblo croata con la anuencia de Pío XII, recibió de manos de este pontífice un pasaporte –junto a su comando de asesinos donde había varios jesuitas con sotana- para ir a una de las “naciones amigas” del Vaticano: Argentina. Perón protegió a este sicario hasta cuando su régimen colapsó. Igualmente, muchos de estos asesinos nazis (jesuitas y masones) tuvieron acogida en Colombia bajo las presidencias de Eduardo Santos –dueño de El Tiempo-, y de Alfonso López Pumarejo, ambos pertenecientes a poderosísimas familias colombianas.
Donde quiera que los jesuitas han puesto su mano, también colocan su firma: consagran ejércitos, ciudades y países al Sagrado Corazón de Jesús y a la Virgen María. Esta es una práctica cargada de sentido mágico impuesta por los jesuitas; ellos son los inventores de la adoración al Sagrado Corazón ya que fue desde la Basílica del Sagrado Corazón, ubicada en la colina de Montmartre donde Ignacio de Loyola y sus compinches partieron para conquistar el mundo.
Y, recuerden, Colombia fue en el pasado consagrada al Sagrado Corazón; tenemos la marca de los asesinos. Y desde antes de la consagración, los jesuitas, los asesinos al servicio del papa han tenido a nuestro país en continuas guerras. Pocos años después de la independencia -cuando se establecía la República- el Vaticano, previendo el peligro de la democracia para sus intereses organizó y llevó a cabo las cruentas guerras civiles de la segunda mitad del siglo XIX.
Pero, miremos un poco los antecedentes de la Iglesia Católica en la empresa conquistadora y el establecimiento de las colonias españolas.
Colonialismo es catolicismo
Es sabido de todos que el catolicismo es una religión que fue utilizada grandemente –aún lo es- para conseguir el sometimiento de grupos incultos como fueron los indios, mestizos y negros. Fue un instrumento del imperio para la conquista y la explotación logradas inculcando en la mente de los infelices la creencia de que la resignación y el sometimiento eran virtudes cristianas, así como la aceptación de la clase dominante que, dice la teología católica, ha sido puesta por el mismo Dios para probar los corazones de los creyentes.
Cualquier creencia religiosa diferente al dogma católico ha sido vista como evidencia de rebelión y desafío contra el orden divino en el cielo y en la tierra y, por tanto, suficientemente legitimadora de una respuesta opresora por parte de la clase dominante. En realidad, el ejército español fue usado por el papa para establecer su dominio en el Nuevo Mundo; se sabía que era Dios –mediante el papa- quien confería el poder terrenal a príncipes y reyes y, a cambio, estos príncipes debían obediencia y lealtad al pontífice romano. Donde quiera que los monarcas y gobernantes no se sujetaran a la autoridad papal, los jesuitas impugnaban esa autoridad y la combatían por todos los medios. Y así ha sido hasta hoy.
Como quiera que el sistema colonial empezaba a hacer crisis los jesuitas instaron al clero a tomar partido a favor de cualquiera de los dos bandos, el realista o el patriota, con la certeza de que, ganara quien ganara, el papa terminaría beneficiado. Por supuesto, la Compañía de Jesús veía con mejores ojos la permanencia de la monarquía que sustentaba al mismo tiempo el poder temporal del papa; pero las ideas reformadoras provenientes de los pensadores protestantes llegaron pronto a la aristocracia criolla y sembraron en ellos el deseo de independizarse del yugo español para, y eso fue una constante, a su vez someter al pueblo “libertado” bajo su propio yugo.
Así, aunque tanto Pío VII como León XII instruían a sus arzobispos y obispos para que predicaran la obediencia debida a Fernando VII, los jesuitas se colocaron también al lado de los patriotas en espera de retomar el camino de la obediencia al papa, que es su máximo fin.
Como lo previeron los jesuitas, la independencia no tenía el mismo espíritu cristiano de la independencia de los Estados Unidos, país de mayoría protestante. Por el contrario, se hizo evidente que la mayoría abrumadora de los dirigentes políticos de la guerra independentista despreciaban la causa de los humildes, es decir, de los pobres, negros, indios y mestizos que fueron desdeñados tan pronto terminó la guerra y no se necesitó más de que lucharan por la clase gobernante.
Cualquier parecido con la actual situación no es coincidencia. El Polo Democrático, que cacarea a los cuatro vientos la defensa de los humildes, no bien sube al poder se olvida de ellos clavándoles impuestos impagables para sustentar su medio de vida y la perpetuidad de su poder. En el Polo también hay jesuitas, consejeros espirituales de sus líderes, y no faltan los evangélicos que engañan a los fieles a cambio de los contratos y prebendas del régimen. Mientras, por un lado, el Vaticano tiene a las FARC y los carteles de la droga sembrando el terror, por el otro tiene al socialismo y los partidos tradicionales. De cualquier forma salen ganando.
Así, pues, la Independencia de la corona española, realmente benefició en exclusiva a los ricos oligarcas descendientes de españoles pero nacidos en suelo americano. Simón Bolívar era un oligarca que pretendió coronarse como rey de la Gran Colombia; Santander y otros granadinos frenaron sus aspiraciones pero ellos mismos no trajeron mejoría a los pobres de estos cinco países de la Gran Colombia.
En la rapiña que surgió después de la Independencia, a la clase dominante no le interesaba para nada ofrecer participación política ni económica a las clases populares, quienes fueron las que pusieron la mayor cuota de sacrificio y sangre en la lucha. A pesar de los discursos de igualdad, los “padres de la patria” extrajeron ideas de aquí y allá que les permitirían adueñarse de tierras y de control político y económico. Tal como sucedió.
Debido a que parte del clero católico había participado en la lucha patriota, éste ejerció presión desde púlpitos y curules para que la Constitución de la naciente república decretara que la religión católica seguiría siendo la religión oficial del Estado.
Para infortunio de la Iglesia Católica, no todos estaban de acuerdo con ello y, a pesar de que Bolívar y Santander conocían y temían el poder del clero sobre el pueblo, los partidarios de mermar la influencia de la iglesia pronto tomarían partido decisivo en esta pugna. Entretanto, los estadistas empezaron a considerar cómo conciliar los poderes civiles y eclesiásticos. Y los jesuitas empezaron a redactar el concordato.
Los liberales que se inclinaban por las tesis norteamericanas y francesas no sopesaron suficientemente el poder de la iglesia católica y se dieron a la tarea entusiasta de promover la erradicación del control papal en la vida de la república. Los jesuitas, y en general el clero, sacaron el as que tenían oculto bajo su manga: El control del sistema educativo.
No en vano el clero llevaba educando a ricos y pobres desde el mismo momento en que desembarcaron los europeos. Su influencia en el pueblo era indiscutible. Durante más de 300 años habían sembrado en las masas el temor y el fanatismo religiosos. Es más, fueron precisamente estas armas las que usaron para influenciar sobre el pueblo para que éste se persuadiera de combatir por la causa patriota. El influjo de los curas sobre el pueblo era muy superior al de los libertarios. La iglesia católica había hecho bien su trabajo de penetrar en todas las esferas de la sociedad granadina y colocarse como confesores adiestrando las mentes de mujeres y niños, los futuros hombres que tendrían en sus manos el destino de la nación.
Y no solamente el clero tenía influencia en la educación y desde los confesionarios…. también era sumamente poderoso económicamente hablando. Y para colmo, también tuvieron puestos de control político claves desde los primeros años posteriores a la Independencia.
El exagerado lujo y las inmensas riquezas de los sacerdotes contrastaban –igual que hoy- con las enormes penurias económicas del pueblo raso. Los líderes anticlericales criticaban a la Iglesia por sus exorbitantes riquezas y la acumulación de ellas en manos del clero, pero implícitamente buscaban que esas mismas riquezas, una vez fuera despojado el clero, pasaran a sus propias manos.
Santander, civilista convencido, era partidario de la exclusión de la Iglesia del control del sistema educativo. Bolívar, por otro lado, y debido a las continuas pugnas con Santander que hacían peligrar su poder en la Gran Colombia, decidió apoyar a la iglesia mostrándose partidario de que el clero siguiera controlando colegios y universidades.
Como era innegable el poder enorme del papa, y la necesidad de éste que tenía la clase gobernante colombiana, Santander buscó por todos los medios que el pontífice reconociera la independencia colombiana. Tan solo hasta 1835 se efectuó el reconocimiento de la independencia por parte del papa, pero el Estado colombiano se vio obligado a comprometerse en la firma de un concordato. Nadie quiso escuchar a Robert McAfee, diplomático norteamericano protestante, cuando advirtió del peligro que entrañaba para las libertades individuales y el desarrollo económico en justicia de la nación, la firma de un concordato. Nadie quiso escucharlo porque nuestros dirigentes estaban más interesados en conseguir beneficios y prebendas para ellos, que en regresar al pueblo el justo pago por su sangre derramada en esa lucha patriota: Libertad y derechos fundamentales.
Igual que hoy, los dirigentes solamente buscaban sus propios intereses.
En la siguiente parte veremos cómo la iglesia Católica gestó la guerra civil que ha mantenido a Colombia –hasta el día presente- bajo el yugo del Vaticano y sus esbirros. Veremos de qué manera inventó el socialismo como otra forma de subyugar al pueblo y mantener el poder de una clase dominante, fiel al papa romano.
Fuente: http://www.periodismosinfronteras.org/historia-del-socialismo-relacion-con-las-elites.html
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