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Los padres imparten la Educación enfrascados en sus tabúes y represiones |
La represión sexual judeocristiana e islámica y los males del mundo
06/05/2014
Reprimir es impedir que algo se produzca o que continúe. La represión sexual se refiere a la creación en la persona de un estado psicofísico que le impide la expresión y realización de su sexualidad.
La represión sexual no debe confundirse con la castidad voluntaria, estado al que llegan muchos pensadores, escritores, artistas o místicos. En estos casos la sexualidad no se reprime sino que se sublima mediante la cultura, el arte, la ciencia o la contemplación espiritual; aunque el celibato también suele ser inducido u obligado. También pueden quedar fuera de este contexto las políticas demográficas o de control de natalidad como en el caso de China, etc.
La líbido o el impulso sexual natural reprimido, no llega a la consciencia y queda atrapado como un parásito en una zona intermedia del subconsciente, pero que tiende, en una lucha sin descanso, a encontrar una salida -retorcida la mayoría de las veces- que revierte en patologías, generando un carácter autoritario, la destrucción de valores y una moral enfermiza; fomentando una serie de inconscientes rarezas y comportamientos extraños en la persona, que tiende a desvalorizar a los demás, tratando de rebajar su autoestima; incluso arrastra a la codicia y a perseguir el poder económico. Una angustia permanente imposible de ser aplacada, que lleva a adicciones, bulimias y anorexias, neurosis obsesiva, histerias, impotencia sexual, frigidez… y hasta a la violencia sin razón.
La represión sexual puede hacer surgir identidades sexuales secundarias y opuestas a la identidad sexual natural del individuo. Puede llegar a provocar conductas sexuales patológicas descontroladas como ninfomanía, adicción al sexo o todo lo contrario: miedo a relacionarse, asexualidad, anorgasmia, coito doloroso, etc.
Las cuatro orientaciones naturales fundamentales, la heterosexual, bisexual, homosexual y asexual, se ven afectadas por la represión y pueden desarrollarse negando su propia naturaleza sexual y asumiendo como propia la naturaleza opuesta: el heterosexual puede desarrollar una identidad homosexual en contra de sus verdaderos impulsos naturales y el homosexual una identidad heterosexual; el bisexual negar su bisexualidad y desviarse hacia una sexualidad descontrolada y corrompida que trata de refrenar; el asexual esforzándose por mostrar interés por el sexo, casarse, formar un hogar, aun cuando sus verdaderos intereses sean otros.
Los padres, ante el miedo de que los hijos vivan una sexualidad irresponsable y promiscua, prefieren imponer leyes morales basadas en su autoridad. Padres, madres y educadores imprimen en el niño o adolescente la idea de que su sexualidad es algo prohibido, feo o pecaminoso, implementándole un dispositivo de disimulación de la verdad que impregna otros actos de su existencia.
La represión de la sexualidad femenina está enfocada en la anulación del deseo y placer. Se consigue mediante la manipulación psicológica, fomentando el desconocimiento del cuerpo, inculcando sentimientos de vergüenza y culpa, negando sus capacidades intelectuales o de raciocinio.…, hasta la aberrante mutilación física de órganos sexuales, consiguiendo que el coito sea algo traumático y doloroso, tanto mental como físicamente.
La mujer termina ignorándose y anulándose a ella misma, adoptando sumisamente los comportamientos y pautas impuestas a su sexo, inseguridad, dependencia y obediencia al hombre, que a su vez debe obediencia a una instancia superior a él.
No son pocos los especialistas que afirman que el gran mal social que aqueja al mundo deriva en gran parte de la represión de la sexualidad natural irradiada desde el judeocristianismo y el Islam. El sexo, en estas culturas, junto al uso de la razón, suponen las realidades más sujetas a prejuicios, preconceptos y restricciones. Se juzga la reputación u honorabilidad de una persona en relación a su vida sexual y no en base a otro código moral.
Los modos normales de la conducta sexual se heredan y se aprenden. En la represión sexual intervienen dos actores, uno pasivo que la recibe, el reprimido, por ejemplo el niño o adolescente durante su educación informal, y el represor o elemento activo, quien la impone, por ejemplo los adultos. Los reprimidos, por un mecanismo de afirmación personal, se convierten a su vez en represores.
Los niños de estas culturas o civilizaciones abrahámicas de culto judeocristiano e islámico no pueden apenas desplegar una actitud espontánea y sincera ante el amor, la sexualidad y las necesidades corporales. La sexualidad en estas culturas, ha seguido un camino en donde lo “real” es lo anormal, cimentándose todo un supuesto conocimiento estructurado sobre una base falsa que obstaculiza el conocimiento verdadero.
Consultas:
* Eduardo López Azpitarte, Simbolismo de la sexualidad humana, Salamanca, Editorial Sal Terrae, 2001.
* Ezequiel González, Represión de la Sexualidad Natural: la raíz de muchos males
* Marcelo Armando La Falce, Médico Cirujano.
Fuente: http://www.alazul.com/noticias/334/represion-sexual-judeocristiana-islamica-males-mundo
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