sábado, 23 de julio de 2011

Tecnopaganismo y Tecnochamanismo - El Netlore: Folclore de la Red

Tecnopaganismo y Tecnochamanismo 
- El Netlore: Folclore de la Red - 

Por Susana Arroyo Redondo, Universidad de Alcalá

En el 2001 se calculaba que un 25% de la población internauta, unos 28 millones de personas, había usado alguna vez Internet con propósitos espirituales. La red es una reserva espiritual sin jerarquía ni instituciones donde todos los misterios pueden ser descubiertos de forma subjetiva; de hecho la invisibilidad del ciberespacio y su ubicuidad aproxima este mundo a la misma idea de Dios.


Las webs de las iglesias oficiales como “catholic.net” advierten de que Internet es un escaparate ideal para las sectas peligrosas; por ejemplo, en 1997 treinta y nueve miembros de La Puerta del Cielo se suicidaron siguiendo las enseñanzas que esta secta publicaba en su página web. Otras muchas sectas cuelgan sus enseñanzas en línea y contactan así con nuevos miembros, algunas de las más activas virtualmente son la Hare Krishna, la Iglesia de la Cienciología, el Movimiento Raeliano y el movimiento chino Falung Gong.

Internet también ha cobijado sectas antirreligiosas o directamente satánicas como La Primera Iglesia de Satán o La Iglesia Satánica del famoso Anton LaVey.

Y, sin embargo, Internet no es sólo un mero escaparate de viejas creencias, sino una fábrica de nuevas religiones populares. Así, hay varios movimientos espirituales que han empezado a considerar como su creencia principal que Dios está en la red. Primeramente, en los años 90, se configuraron movimientos que proponían una renovación de la psicodelia de los 60 pero en versión informática y digital en la que las viejas drogas tomadas en grandes conciertos eran sustituidas por experiencias místicas inducidas por la ingesta de drogas en raves multitudinarias: es la ciberdelia.

Los hackers Deadhead (seguidores de la banda The Greatful Dead), los ravers del desierto, los tecnopaganos (los más místicos, y de los que se hablará con detenimiento más adelante) y los tecnófilos, todos ellos confían en que las nuevas tecnologías informáticas sean una forma de ampliación de la conciencia y de unión con una nueva forma de misticismo más acorde con los tiempos.

La contracultura, el hedonismo, el misticismo, las teorías de la física cuántica y la informática, crearon una pseudoreligión en la que los “ciberhippies” de los Estados Unidos o los “zippies” (“Zen-inspired pagan professionals”, o profesionales paganos inspirados en el Zen) del Reino Unido ponían toda su confianza en computadoras, chips, ingeniería genética y nanotecnología. De hecho, pensadores como el filósofo Nick Bostrom18 ha difundido una ideología “transhumanista” que propone que la condición humana puede ser alterada y mejorada gracias a los implantes tecnológicos o a la fusión de hombre y máquina. Algunos de estos transhumanistas opinan que incluso se podría llegar a la vida eterna gracias a la clonación o al transplante de conciencia a cuerpos robóticos en una existencia “postbiológica”.

Este nuevo tipo de vida eterna o de vida tras la muerte física supone una reinterpretación del argumento más poderoso de la mayoría de las religiones tradicionales, la garantía de una nueva vida tras la muerte, que garantiza muchos seguidores a estas jóvenes religiones. De hecho, científicos reputados como David Pearce20 han llegado a proponer incluso que la tecnología podría ser capaz de suprimir genéticamente las enfermedades, metabolizar el dolor y proporcionar una felicidad que supondría un paraíso en la tierra sobre la base de la ingeniería del paraíso, la farmacéutica utópica y las drogas del placer: es el “Imperativo Hedonista”.

Otras tendencias neopaganas parten de puntos de vista diferentes: si la divinidad está en todas partes, también está en la red y se puede rezar a través de ella. Precisamente de esta idea de que la magia también está en Internet nacieron los primeros cultos tecnopaganos, creados sobre todo por adeptos de la wicca. Efectivamente, si tradicionalmente los wiccanos han buscado la presencia de una diosa natural en todas las religiones europeas, ahora también
la buscan en la red. Se trataría de reconocer que la tecnología tiene su propio espíritu, pues también ha sido creada por la diosa y que, por lo tanto, debe ser incorporada a los rituales de alabanza de la naturaleza.

Las religiones tradicionales también han aceptado la idea de que Dios puede ser adorado en línea. Por ejemplo, la Primera Iglesia del Ciberespacio, creada por el pastor presbiteriano Charles Henderson, impulsa una nueva forma de oración en la que no es necesaria la presencia física del creyente.

Esta perspectiva ha sido llevada a puntos más radicales por otras comunidades
tecnopaganas que, superando a los wicanos, aseguran que Dios también puede encarnarse en bits de información y que se puede contactar con él a través de rituales de magia homeopática en los que se posa la mano sobre la pantalla del ordenador o se reza tocando nuevos elementos como el silicio o los cables (véase anexo III).

Si en el chamanismo tradicional hay fuerzas sobrenaturales y espíritus con los que se puede contactar a través de sueños, drogas, cantos o danzas estáticas, hoy en día, según el hacker y genio informático tecnopagano Mark Pesce (escritor de varios manifiestos que exaltan la sacralidad de la red) se puede llegar a conectar con la divinidad gracias a la combinación de ordenadores, discotecas, tecno y drogas: en las raves los pinchadiscos pueden inducir trances colectivos en los bailarines estáticos que serían similares a los que los chamanes tradicionales pueden sufrir al compás de los tambores y con drogas naturales.
Además, el tecnochamanismo también quiere recuperar la función que tenían los brujos de nexo de unión para la comunidad, para la que trabajaban como sanadores, psiquiatras y milagreros. Según el mundo tecnochamánico, la infraestructura tecnológica de la red se ha vuelto tan compleja para el usuario medio que aquélla no puede ser entendida por medios lógicos. Así, el tecnochamán puede ayudar a la comunidad a sentirse más unida entre ella y con la tecnología, pero no por medios científicos o técnicos sino mágicos.

Otra mitología de la red supone que Internet ha desarrollado una conciencia colectiva inteligente indistinguible de Dios. Cuantas más almas se conectan a la red, mayor es el poder espiritual de este ser digital. Así, Joe Firmage, evangelista cósmico y rico ex ejecutivo, ha escrito ensayos como Between truth and reality ( Entre la verdad y la realidad ) donde ha llegado incluso a hablar de ciertos “ovninautas” o monjes digitales posiblemente extraterrestres que, ayudados por el anonimato, desarrollan el ciberespacio hasta límites místicos.

En conclusión, Internet es un terreno fértil para la reproducción y creación de todo tipo de creencias religiosas populares. Actualmente, se está viviendo en la red el desarrollo de nuevas doctrinas que relacionan supersticiones tradicionales con novísimas tecnologías. Es el nacimiento de una nueva espiritualidad que tiene como centro la posible divinidad de un ente, la Internet, que en su indefinibilidad, su ubicuidad, su invisibilidad, su poder de
interconexión, se parece bastante a Dios.

Aparte de las implicaciones filosóficas y teológicas de los nuevos cultos tecnopaganos, a los antropólogos no puede dejar de interesarles la creación de nuevas formas culturales y de elaborados ritos culturales que estas novedosas religiones están proponiendo ahora mismo a todo el planeta en el ciberespacio.

Conclusiones

En plena era tecnológica e informática, en un Occidente civilizado en el que la
información se encuentra al alcance de la mano, las creencias supersticiosas y místicas no sólo no han desaparecido sino que florecen con todo esplendor en un lugar que, irónicamente, es también el paradigma máximo del desarrollo humano: Internet. Las viejas teorías antropológicas como las de Lévy-Bruhl, Wilhelm Schmidt o Frazer28 que consideraban que toda civilización sufre un desarrollo conducente a un mundo más racional, las que creían que los pueblos primitivos sólo necesitaban los mitos y religiones para remediar su falta de explicaciones científicas del mundo, quedan rebatidas por el auge de misticismo que vive actualmente todo Occidente. Tal y como postularon Malinowski y Lévy-Strauss, la evolución desde la magia, a la religión, hasta la ciencia no es lineal sino que todas estas categorías conviven en cualquier sistema cultural.

Como se ha mostrado a lo largo de estas páginas, es posible que en Internet la tecnología punta conviva con correos supersticiosos, leyendas urbanas adaptadas a los nuevos tiempos, sectas pseudoreligiosas y comunidades que buscan a Dios en el ciberespacio.

Por un lado, el exceso de información que satura la red ha provocado que el usuario ya no pueda saber si el mensaje que recibe es veraz, y que sólo se preocupe por transmitir más y más información posiblemente defectuosa. De este modo, la gran base de datos que es Internet se ha convertido al mismo tiempo en un canal imparable de bulos, rumores, leyendas y supersticiones que el usuario acepta y transmite. Es decir, la evolución tecnológica no ha conllevado un afinamiento del criterio racional del usuario: el internauta medio, confuso ante la complejidad de un sistema virtual que no entiende, prefiere dar crédito al folclore de la red, el netlore.

Por otro lado, tampoco la tecnología ha supuesto un freno para las necesidades
religiosas del internauta; al contrario, nuevos grupos se acomodan y extienden fácilmente por la red. Las nuevas tecnologías abren todo un campo de posibilidades a las sectas, que ahora, gracias a la nanotecnología, la clonación, la posibilidad de implantar conciencias en cuerpos mecánicos, el sueño de reencarnar en el cuerpo inmortal de un ciborg, pueden ofrecer la vida eterna en la tierra.

Otros movimientos religiosos que parecían anclados en un mundo tradicional y natural, como la wicca, se han abierto también a las posibilidades del neopaganismo; quieren demostrar que si Dios está en todas partes, también puede manifestarse en línea y que por lo tanto es posible rezarle posando la mano en un ordenador o asistiendo en línea a un rezo colectivo. Aún más lejos, los grupos tecnopaganos creen que Internet es, de hecho, una conciencia colectiva superior identificable con Dios gracias a su ubicuidad, su invisibilidad, su indefinibilidad y su inmaterialidad. De este modo, los tecnochamanes pueden ayudar a la comunidad a conectar con el Dios cibernético gracias a rituales de magia intuitiva similares a los que el chamán tradicional realizaba para potenciar la espiritualidad de su comunidad.

Y en medio de esta jungla de nuevas religiones y supersticiones, ha nacido también una casta de héroes o tal vez dioses que quieren regir el ciberespacio como una comunidad de libre intercambio de dones: los hackers. Estos piratas informáticos, que se atribuyen la construcción de gran parte de Internet, han creado comunidades y foros en los que ciudadanos virtuales conviven con personalidades supuestas en un mundo con su propia ética (la nética), códigos de conducta y de intercambio de dones. Este nuevo pueblo, que vive en un mundo paralelo al real, será sin duda el próximo sujeto de los análisis antropológicos.

Así, en definitiva, se configura un mundo virtual que usa la tecnología más avanzada para transmitir mensajes que muchos tacharían de primitivos: supersticiones, religiones y magia. Sin embargo, esta extraña convivencia de lo antiguo con lo moderno viene a demostrar, precisamente, que lo mágico no pertenece al pasado primitivo sino que sigue siendo parte de toda sociedad desarrollada. Por ello, queda desarmada la idea de que el pensamiento mágico es incompatible con el pensamiento científico; al contrario, ambos tipos de razonamiento conviven en el ser humano.

Las explicaciones científicas del mundo no son suficientes para responder a todas las preguntas del hombre, que sigue necesitando otro tipo de interpretaciones culturales del mundo. Es decir, cualquier usuario medio de Internet se encuentra ante la paradoja de servirse cotidianamente de un medio que no sabe cómo funciona pues, de hecho, el desarrollo tecnológico va demasiado deprisa para que pueda ser comprendido plenamente por un hombre de cultura media. Así, la ciencia y la tecnología no sólo no contribuyen a explicar mejor el mundo sino que a veces suman al hombre en una nebulosa de incertidumbre. Entonces interviene el pensamiento mágico, religioso o supersticioso para aportar una respuesta. Por ello, parece indudable que el futuro de Internet y de toda sociedad no avanza hacia el fin de la magia y la superstición sino más bien hacia una nueva era de espiritualidad y misticismo cibertecnológico.

Bibliografía
– APARICI, Roberto: Cultura popular, industrias culturales y ciberespacio, Madrid: UNED, 2003.
– BARD, Alexander y Jan Söderqvist: La netocracia: el nuevo poder en la red y la vida después del capitalismo, Madrid: Pearson Educación, 2002.
– CASACUBERTA, David: Creación colectiva: en Internet el creador es el público, Barcelona: Gedisa, 2003.
– CONTRERAS, Pau: Me llamo Kohfam: indentidad hacker: una aproximación antropológica, Gedisa: Barcelona, 2004.
– HINE, Christine: Etnografía virtual, Barcelona: UOC, 2004.
– MARÍ SÁEZ, Víctor Manuel: La red es de todos: cuando los movimientos sociales se aproximan a la red, Madrid: Editorial Popular, 2004.
– MIGUEL POYARD, María Dolores de: Con el Señor en la cibercultura: retos y esperanzas, Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2001.
– MILLER, Daniel y Don Slater: The Internet: an ethnographic approach, Oxford, Nueva York: Berg, 2000.
– SUNSTEIN, Cass R.: República.com: Internet, democracia y libertad, Barcelona: Paidós Ibérica, 2003.

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