El nombre de Yog-Sothoth ya le habrá resultado familiar a algún que otro lector familiarizado en las ciencias ocultas y la literatura de terror. En efecto, es uno de esos terribles personajes que pueblan los relatos de Howard Phillips Lovecraft, el oscuro escritor que inició un ciclo que se ha dado en llamar los Mitos de Cthulhu, una serie de terroríficas narraciones basadas en una cosmogonía propia, con dioses, cultos abominables, seres que les sirven y personajes que tropiezan con raros libros donde se pone de manifiesto una realidad desconocida para la raza humana. El nombre de uno de esos tratados resuena frecuentemente, a lo largo de los relatos: el Necronomicón. Para el lector corriente se trata de una ficción, pero para algunos investigadores se trata de un texto real.
El Necronomicón, cuya auténtica denominación sería Al-Azif, palabra que en árabe, según Lovecraft, designa el ruido nocturno de los insectos, atribuido en otro tiempo a los demonios, describe unas horribles entidades que ya existían antes de que naciera este mundo y a las que, siguiendo sus instrucciones, se puede ayudar a volver. Son los Antiguos, los dioses Primigenios o primordiales, seres de pesadilla, la quintaesencia de todo mal. Los Antiguos habrían llegado a la Tierra antes de todo tiempo conocido, e instauraron un reinado tiránico asistido “por otras razas que, por practicar la magia negra, fueron expulsados, pero viven aún en el Exterior, dispuestas en todo momento a volver a apoderarse de la Tierra”.
Una de estas formas de vida especialmente, anterior a la humana, a la que el Necronomicón daría el nombre de Gran Raza De Yith, se alzó contra sus creadores. Los seres de la Gran Raza no tienen forma, parasitan los cuerpos de otras especies y pueden moverse a través del tiempo. De hecho, cada vez que se encuentran en peligro huyen hacia algún espacio-tiempo más favorable donde se apoderan de los cuerpos de alguna forma de vida adaptada a sus necesidades. Cuando fueron derrotados, huyeron a un tiempo por delante del nuestro, donde según el libro, se habrían apoderado del cuerpo de unos escarabajos que sucederán al hombre en el dominio de la Tierra.
Los dioses primigenios entraron a su vez en conflicto con otra categoría de divinidades estelares, los Arquetípicos, originarios de la estrella Betelgeuse. Más que de benévolos, habría que calificarles de indiferentes respecto de la suerte de la humanidad, a la que consideran una de las muchas formas de vida mortales e insignificantes que pueblan nuestro continuo espacio-tiempo. La rebelión, encabezada por Azathoth, acabó, tras una larga y denodada lucha, con la derrota de los dioses primigenios hace ya incontables eones. El más famoso de ellos, el horrible Cthulhu, fue condenado en nuestro mundo a permanecer en la ciudad sumergida de Rilyeh, donde, aunque muerto, permanece soñando y esperando el día de su despertar. La Ciudad de Rilyeh estaría situada en algún punto cerca de Pónape, en las Islas Carolinas, zona donde se encuentran las ciclópeas ruinas semisumergidas de Nan Madol.
El jefe de la rebelión, Azathoth, el Caos Idiota, fue privado de inteligencia y voluntad. Su horrorosa forma, culmen de la angustia y esencia de un a locura devoradora de consciencias, fue arrojada junto a Yog-Sothoth, una de cuyas manifestaciones más conocidas es una infinidad de globos iridiscentes que consumen y queman el espíritu, fuera de nuestro espacio-tiempo. Cthugha fue apresado en la estrella Fomalhaut. Ithaquoa, al que llaman El Que Camina En El Viento, está atrapado bajo un poderoso sello entre los hielos árticos. El inefable Hastur fue confinado en un paraje cerca de la ciudad de Karkosa, en el cúmulo estelar de las Híadas. La fortaleza negra sobre la ciudad de Kadath, en el Desierto de Hielo, una región en la zona fronteriza entre el mundo de la vigilia y el del sueño, es la prisión de muchos Primigenios menores. Otros primigenios, mayores y menores, como Dagon o Ghatanothoa, el Dios-Demonio, permanecen atrapados en una u otra forma en diferentes Universos y dimensiones. Tan sólo el malvado Nyarlathotep, el Que No Tiene Rostro, parece haber escapado a la prisión o al exilio.
“ALGO” ENTRARÁ EN NUESTRO ESPACIO-TIEMPO
Las revelaciones del Necronomicón serían aún más inquietantes, pues aunque los Primigenios están atrapados en diferentes cárceles dimensionales, toda una multitud de híbridos y razas que los adoraron en su momento perviven en el Universo. Los individuos de esas especies, muchas de las cuales son formas de vida degenerada, perciben los ecos de sus dioses y tratan de violentar los sellos que los aprisionan para liberar a los Antiguos. Algunas de las láminas ilustradas del Necronomicón mostrarían a esos seres de aspecto aterrador que el artista Giger ha recreado magistralmente.
En nuestro propio mundo bajo cuyo uno de los océanos permanece aletargado el Gran Cthulhu, existiría una forma de vida híbrida, los Profundos, en cuyos sueños penetra la voz del dios. Tales seres tienen aspecto humano durante sus primeros años de vida, aunque con rasgos de batracio. Según transcurre su desarrollo, sus características de anfibio van pasando a un primer plano hasta que se transforman por fin en una especie marina de rasgos levemente antropoides. Todos sus cultos y ceremonias van encaminadas a dar a Cthulhu la fuerza necesaria para que pueda ser despertado y para prepararle de nuevo el camino a nuestro mundo.
Algunos seres humanos son receptivos a las voces de los Antiguos y puedan ser dirigidos en una suerte de posesión. Según algunos investigadores, este sería el caso de Lovecraft, al que se ha llamado El Profeta De Providence, su ciudad natal. Para ellos, Lovecraft presentaba rasgos de obsesión demoníaca. Odiaba la luz del Sol y durante el día escribía con las cortinas echadas. Por las noches se dedicaba a pasear por las callejuelas solitarias y los cementerios de su ciudad. Su temperatura corporal era normalmente baja, signo, para la mayoría de los ocultistas, de la presencia de entidades vampíricas que absorben el calor orgánico para nutrirse y que le habrían asaltado en las horribles pesadillas de las que era presa prácticamente a diario. La fuentes de su inspiración era precisamente sus sueños, en los que visitaba extrañas ciudad de exóticas arquitecturas, aberrantes paisajes cósmicos y formas de vida no humanas. De su ciclo onírico, conectado con el de los Mitos, se desprende que Lovecraft tenía una rara facilidad para moverse en lo que él llamaba “Las Tierras Del Sueño”, un Universo separado del de la vigilia por una región fronteriza a través de la cual sus habitantes podían acceder a nuestro mundo del mismo modo que ciertos soñadores experimentados podían alcanzar el otro lado. La clave estaría en lo que él denominaba la llave de plata, que adeptos de ciertas sociedades afirmaban poseer y que les daría acceso a realidades diferentes.
Lovecraft se autocalificaba de materialista. Un ateo extraño, si tenemos en cuenta que, como él mismo declara, desde niño levantaba altares en los bosques a los dioses antiguos y estaba familiarizado con las obras de magos, teósofos y ocultistas como Eliphas Levi, uno de cuyos libros es empleado en sus relatos por practicantes de la antigua magia. Para algunos, su materialismo era una forma de no enfrentarse a la evidencia. Como dice Kenneth Grant, parece que Lovecraft “empleó su vida en un vano intento de negar los poderosos Entes que le movían”, seres que, supuestamente, terminarían por destruirle en 1937, a sus 47 años aquejado de un cáncer intestinal y de insuficiencia renal.
MÁS QUE FICCIÓN
El escritor Colin Wilson, un apasionado de Lovecraft recibió en 1976 una carta del Dr. Stanislaus Hinterstoisser, director del Instituto para el Estudio de la Magia y Fenómenos Ocultos, de Salzburgo, afirmando que tenía pruebas de que el padre de Lovecraft, Winfield, pertenecía a la francmasonería egipcia fundada por Cagliostro, quien, según Hinterstoisser, “legó a sus seguidores ciertos manuscritos, incluido el Necronomicón original”. Aseguraba también que Winfield estaba en posesión de un raro grimorio de magia astrológica, el picatrix de Maslama ibn Ahmad al-Magriti (atribuido a un moro de Madrid y que Editora Nacional publicó en 1982). Según Hinterstoisser, “el Necronomicón es una compilación de material mágico procedente de Acadia, Babilonia, Persia e Israel, hecha probablemente por Alkindi, que murió en torno al año 850, y supuestamente contendría una tradición mágica que precedió a la especie humana”. El capítulo noveno de la segunda parte de esta obra, que no sería otra sino la conocida como El Libro De La Esencia Del Alma (Kitab ma?ani al-nafs) y habría estado en posesión del padre de Lovecraft, lleva el título De la Historia de Los Antiguos. Este capítulo de la obra, que sería un compendio de magia derivado en parte de las tabletas de la biblioteca del rey Asurbanipal, sería el tan buscado Necronomicón. Quizá no sea casualidad que, como el árabe autor del Necronmicón, el padre de Lovecraft muriera demente, a causa de una sífilis.
La última carta de Hinterstoisser acaba de una forma muy intrigante: “… los parásitos de la mente existen realmente… tienen su influencia e incluso son visibles bajo diferentes apariencias… Describirlos como malignos, tal como hice cuando di con ellos por primera vez en el transcurso de mi investigación, sería una ridiculez… Es nuestro espíritu semi-eterno (me atrevo a decir eterno) lo que les interesa. Pero es fatigoso ser el juguete de fuerzas que son a la vez elementales y conscientes… Ahora sólo puedo trabajar de modo seguido un par de horas. De lo que antes fue únicamente curiosidad lúcida sólo queda horror. Quiero prevenirle”. El Dr. Hinterstoisser falleció poco después de escribir esta última carta.
Por otro lado, Robert Turner, fundador de la sociedad conocida como Orden de la piedra Cúbica, cuando investigaba en la Colección Harlein De Manuscritos del Museo Británico, que contiene papeles y documentos del mago isabelino John Dee, encontró una carta, fechada en 1573, dirigida al doctor Dee por un remitente anónimo, donde se mencionaba la ciudad semisumergida de Donwiche, un lugar rico en yacimientos arqueológicos al que los romanos llamaron Sito Magnus. Los curioso es que uno de los relatos de Lovecraft transcurre en una ciudad imaginaria llamada Dunwich, al norte de Massachussets. En esa localidad, el protagonista de la narración sería el poseedor de una traducción incompleta del Necronomicón que el doctor Dee habría llevado a cabo.
EL NECRONOMICÓN SEGÚN JOHN DEE
Turner sabía que, en una de sus cartas, el doctor Hinterstoisser afirmaba que el bibliotecario del emperador Rodolfo II, en cuya corte había estado John Dee, incluyó en un catálogo una compilación de Alkindi, una copia de la cual habría estado en posesión del padre de Lovecraft. Si ello era cierto, el Necronomicón que hipotéticamente perteneció a Winfield Lovecraft sería la copia que Dee habría hecho en Praga, en la corte de Rodolfo II. Conociendo la gran erudición criptológica del mago inglés, supuso que su diario mágico, el manuscrito conocido como Liber Logaeth, podría ser una copia incompleta y cifrada del Necronomicón, En el Liber Logaeth Dee explica los medios para entrar en contacto con seres que habitan otras realidades, un sistema mágico original al que los estudiantes de magia contemporáneos tienen un gran respeto por los enormes poderes que, según informan, pueden liberarse en este mundo. Con la colaboración del experto en informática David Langford comenzó a experimentar con los cuadros mágicos de la obra de Dee. Sabía que una mente como la suya tenía que haber ideado un sistema de encriptación realmente sofisticado. Según afirma, él mismo fue probando con diferentes grados de complejidad que resultaron erróneos, hasta que halló un sistema especialmente complicado que dio resultados.
El programa de ordenador ofreció un texto coherente en el que se podían reconocer los nombres de los dioses primigenios, algo alterados. Algunos fragmentos del resultado de ese desciframiento han sido ya publicados como parte del verdadero Necronomicón. Para ser objetivos, además de contener un alfabeto al que se le atribuyen poderes mágico –casi idéntico a uno de los empleados por algunas logias masónicas de la edad moderna para escribir mensajes en clave, derivado de la llamada Clave del Arca Real- habría que señalar que algunas atribuciones se parecen demasiado a las dadas por la Orden de la Golden Dawn. Pero si esto se debe a que algunas lagunas gráficas y textuales han sido rellenadas por Turner –influido por el sistema de la orden, como la mayoría de los estudiantes de magia contemporáneos- y si las aseveraciones de Langford son reales, estaríamos ante un descubrimiento de repercusiones imprevisibles.
A la misma tradición según Turner, pertenecería el Necronomicón encontrado en 1967 por Sprague de Camp, biógrafo de Lovecraft, quien preguntó en Bagdad a un profesor palestino por el significado del nombre árabe del Necronomicón, Al Azif, derivada del antiguo acadio, encabezaba un manuscrito en su poder escrito en diurano, un dialecto del sirio hablado por unos pocos ancianos de la localidad kurda de Duria, en una de cuyas tumbas se habría encontrado el documento. De Camp le compró el manuscrito. Ya en América, averiguó que en realidad estaba escrito en un idioma parecido al persa, que podría ser geberiano. Sus esperanzas se vinieron abajo cuando un experto, Reinhold Carter, del Museo Metropolitano, le aseguró que era una falsificación del siglo XIX. En 1973, animado por una carta en la que el antiguo propietario pretendía que le revendiera el documento, publicó el manuscrito con el título de Al Azif. El Necronomicón, en la editorial Owlswick Press de Filadelfia.
TRAS LA PISTA DE CROWLEY
Lo cierto es que Turner no ha sido el único. Otras dos publicaciones al menos, surgidas de círculos crowleyanos, pretenden contener en verdadero Necronomicón. Parecen existir cierto paralelismos entre el sistema que le fuera revelado al mago inglés Aleister Crowley y el reflejado en Los Mitos. Algunos pasajes del libro del Libro de la Ley que le fueran dictados a Crowley en estado de semitrance por una entidad llamada Aiwaz, tienen ciertas reminiscencias lovecraftianas. El Yermo Frío llamado Hadith, al que en algunas de sus obras se refiere el que fuera jefe supremo de la Ordo Tempi Orientis (O.T.O.) recuerda mucho al Yermo Frío de los relatos de Lovecraft. Crowley menciona asimismo el sueño original de los Grandes Antiguos. Hasta el demonio del abismo con el que Crowley afirmó entrar en contacto practicando la magia enoquiana del doctor John Dee en el desierto, Choronzón, recuerda ciertos aspectos de los dioses Primigénios lovecraftianos. Los paralelismos son muchos.
¿Fueron Crowley y Lovecraft controlados por las mismas entidades? ¿O las coincidencias se deben a que Lovecraft conoció la obra de Crowley? Aunque algunos de sus más íntimos colaboradores nieguen esa posibilidad, lo cierto es que en su relato El Ser en el Umbral se menciona al responsable principal de una sociedad que profesaba extraños cultos y que intentaba afincarse en Nueva York. Ese dato, junto con la mala reputación que acompaña al personaje, hace sospechar que se refiere a Crowley. En cualquier caso, las mitologías de ambos autores comparten una misma atmósfera inquietante. Da la sensación de que ambas proceden de estratos oscuros y muy profundos de la mente, de allí donde pueden habitar cosas que no conocemos y que tratan de emerger a la conciencia a toda costa.
En su trilogía sabeana, que incluye uno de los dos necronomicones publicados recientemente, Frank G. Ripel, dirigente de la Ordo Rosae Mysticae (O.R.M.), que se considera heredera de la O.T.O. Crowleyana.
La mayor parte de sus relatos fueron inspirados por sus sueños, en los que no quiso reconocer la verdad oculta. El sistema crowleyano y el de Lovecraft corresponderían a un culto antiquísimo relacionado con las estrellas: el sabeano. La O.R.M. No sólo afirma que su milenario Necroniomicón es el auténtico, sino que es un derivado de un libro más antiguo, el Sauthenerom.
LA CONEXIÓN SUMERIA
El otro Necronomicón, al que antes hacíamos referencia, fue editado en 1977 por L. K. Barnes. Según afirma este, el manuscrito le fue entregado por el famoso sacerdote y demonólogo Montague Summers. Barnes, en una parte de la obra, advierte que la labor de traducción y edición estuvo sembrada de todo tipo de accidentes que afectaron a muchos de sus colaboradores e, incluso, a él mismo. El resusltado fue una obra que, en rasgos generales, parecía de origen sumerio. Los nombres de divinidades del panteón mesopotámico, tales como Marduk, Ereshkigal, la diosa del Abismo y del Infierno, o Tiamat y Absu, representaciones del caos informe y maligno, son frecuentes en las invocaciones y ceremonias descritas en dicha obra y habrían dado lugar, por alteraciones fonéticas, a los nombres de diversas divinidades lovecraftianas. Algunas incongruencias, tales como ciertas figuras con letras en griego, sigilo que recuerdan excesivamente a los de algunos grimorios medievales bien conocidos, etcétera, son explicadas por el editor como el resultado de las alteraciones introducidas por los diferentes copistas. Sin embargo, son muy sospechosas cierta atribuciones simbólicas y mágicas empleadas en el seno de la O.T.O. reformada por Crowley y que él mismo introdujo cuando se convirtió en jefe supremo de la Orden: son las mismas que este aprendió en una Orden contemporánea, que se ha convertido en referencia oblicada para los ocultistas modernos, la Golden Dawn. Barnes advierte que los rituales de protección de dicha orden no sirven contra las fuerzas evocadas por el Necronomicón; pero, según Lovecraft, lo que puede detener la acción de los Primordiales es justamente uno de sus símbolos fundamentales, el pentagrama, es decir, el Gran Signo de los dioses Arquetípicos.
El Necronomicón publicado por la O.R.M. no contiene las invocaciones al dios Yog-Sothoth, que, según Lovecraft, incluiría la copia realizada por Dee. Ambas obras contradicen algunos de los pocos datos que sobre sobre su forma y contenido se dan en los Mitos.
Aún hoy continúa la controvesia y el Necronomicón sigue siendo buscado por algunos, mientras otros han aceptado como auténticos uno de los dos que se han publicado y ponen en práctica sus rituales. Quizá, en algún lugar del océano, Cthulhu sigue hablando en sueños a ciertos hombres a fin de que, en una búsqueda desesperada, contribuyan a abrir los portales. Si los Antiguos existiesen, no tendrían una forma mejor de crear espectación y formas de pensamiento de las que poder alimentarse hasta el día en que puedan llegar a ser lo sificientemente fuertes. Tal vez no esté tan lejano el momento en que los perros de Tíndalo, los sabuesos sin forma que moran más allá del espacio y del tiempo, consigan acceder a nuestro Universo, a través de una geometría imposible. Lo que pudiese venir después, mejor no pensarlo.
MÁS DATOS EN:
Los Mitos de Cthulhu. H. P. Lovecraft y otros.
Alianza Editorial. Madrid, 1983
Trilogía Sabeana (La Magia Roja, la Magia de la atlántida, la Magia Estelar). Frank G. Ripel
Editorial Kier. Buenos Aires, 1987
El Necronomicón. EDAF. Madrid, 1992
El Necronomicón. El libro de los nombres muertos. Mundo Desconocido. Barcelona, 1978
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Nota.- Para todos los interesados en este fascinante tema del Necronomicon, H.P. Lovecraft y toda su obra, les recomiendo visitar :
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