domingo, 5 de septiembre de 2010

Carmelo Urso: Aviva a diario tu Cristo Interno...


"¡COSAS COMO ÉSTAS O 'MAYORES' VOSOTROS TAMBIÉN LAS HARÉIS!"
¿Cómo puedes amar al prójimo cuando ni siquiera te amas a ti mismo? ¿Puedes saciar el hambre de tus semejantes cuando tu despensa está vacía? ¿Te convertirás en fuente de agua viva para el sediento cuando tu propio pozo está seco, cuando tú mismo mueres deshidratado? Gandhi y Jesús nos exhortaban a hallar a Dios y el Amor en el prójimo porque –previamente- ya los habían hallado en sí mismos. Ambos sólo deseaban una cosa para ti: que liberaras todo tu poder personal –que, literalmente, puedas mover montañas a través de la vivencia de tu conciencia Crística o estado de Budeidad, vale decir, de la plena comprensión espiritual de que Dios es Amor y el Amor es Todo.



Citando a Osho: 
"Buda, más que budistas, quería Budas; Cristo, más que cristianos, quería Cristos"
*Si ves la menor diferencia entre tú y Dios, ¡no has entendido nada!

"Aquel que ve a Dios en su prójimo, no necesita buscar más", dijo alguna vez Mahatma Gandhi. "Ama a tu prójimo como te amas a ti mismo", sentenciaba dos mil años antes Jesús de Nazareth. No obstante, nos toca preguntarnos, ¿cómo puedes amar al prójimo cuando ni siquiera te amas a ti mismo? ¿Puedes saciar el hambre de tus semejantes cuando tu despensa está vacía? ¿Te convertirás en fuente de agua viva para el sediento cuando tu propio pozo está seco, cuando tú mismo mueres deshidratado?

Gandhi y Jesús nos exhortaban a hallar a Dios y el Amor en el prójimo porque –previamente- ya los habían hallado en sí mismos. Y es que cuando en nuestro interior rebosamos de Dios y Amor –exactos sinónimos de acuerdo a la sabiduría del Nazareno- ya somos incapaces de hacer diferencias entre nosotros y nuestros semejantes. En ese momento, todos y Todo pasamos a ser Uno.

Sí, en la plena conciencia del Amor, todos somos Uno –ni más ni menos. Por eso, desde hace tres mil años, leemos en los *Upanishads* (textos sacros del hinduismo): "Si ves la menor diferencia entre tú y Brahman (Dios, el Ser Superior) es porque no has entendido nada". En el Evangelio según Tomás (apócrifo según las denominaciones cristianas), el célebre carpintero de Belén habría dicho: "Cuando de dos hagáis Uno, cuando lo interior sea igual lo exterior, cuando lo que está arriba equivalga a lo que está abajo, entonces entrareis en el Reino de los Cielos".

A esa plena conciencia de Dios en nosotros, a esa infinita experiencia del Amor que reúne (que *religa*, raíz de la palabra *religión*) a todos los seres en la Unidad del Padre es lo que llamamos el Cristo. Es una experiencia plena de poder y expansión porque, ¿puede haber algo más poderoso que experimentar toda la creatividad de Dios en nosotros? Convertirnos en Cristos fue, sin duda, el mayor apostolado de Jesús. ¿Que decía el ebanista judío tras sanar enfermos, arrojar demonios, mutar agua en vino y caminar sobre las aguas? Su mensaje era contundente: "¡Cosas como éstas o *mayores* vosotros también las haréis!" (nota, amigo lector o lectora, el *mayores*).

¿Quería acaso discípulos pasivos, dóciles ovejas temerosas del golpe de cayado del pastor? No, su mensaje estaba saturado de Poder: "Sois dioses", dijo a sus discípulos y a quienes tuvieran la paciencia de escucharle. Por eso, y de acuerdo a su enseñanza, si "vuestra fe tuviera el tamaño de una semilla de mostaza y dijerais a ese monte *pásate de allá para acá*, se pasará; y nada os será imposible" (¡nada!). Cuando un Jesús o un Buda nos ven con unos pocos panes y peces en las manos, nos instan a pensar en grande, nos exhortan a obrar de la siguiente manera: "Multiplíquenlos y sacien el hambre de miles, de millones –sean amigos, desconocidos o enemigos".

Tras examinar estos pasajes, la frase del maestro Osho con la que comenzamos este artículo nos parece aún más lúcida: "Buda, más que budistas, quería Budas; Cristo, más que cristianos, quería Cristos". Por eso, convertirnos en Cristos o en Budas no es una inflada pretensión de nuestros egos, una demente aspiración de nuestros espíritus: de hecho, es nuestra mayor y única
necesidad espiritual.

De Carmelo Urso ♥

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