Reconociendo que no siempre es posible hacer que las letras transmitan emociones, también le pedí a mi corazón que encontrara una clara manera de representar lo que implica vibrar en armonía. Fue así que, jugando a imaginar, hizo que en una hermosa flor, un bello Ser Humano apareciera: con su rostro, calmo, en dirección al Sol y sus cálidas manos acariciando el suelo, él va creando una gran espiral de luz que irradia bendiciones, en todas las direcciones, sin juzgar.
Esta imagen resplandeciente es la amorosa expresión, consciente, de lo que genera el corazón al alinearse con nuestra esencia. ¿Queremos habitar en un mundo donde podamos sentirnos como hermanos? ¿Buscamos contextos alegres y creativos que nos inviten a experimentar la paz? Debemos Ser lo que queremos ver. Hay que personificar lo que anhelamos vivenciar. Ser el amor en acción es la más pura y elevada opción para que todos volvamos a sentirnos Uno.
Siendo peregrinos que vamos trazando nuevos caminos, es crucial que, a cada paso, podamos sentir, pues nuestro pecho retumba como si fuese un aguerrido tambor, que bien alto y fuerte proclama la llegada del amor e infunde coraje para que otros alumbren. Al desplazarse hay que tener en cuenta que no todo es lo que parece. El cansancio no pretende frenar nuestro andar, está ahí para que podamos descansar, y sintiendo volemos más allá de los límites del cuerpo.
Por la manera sencilla y entrañable de resonar, puede que este mensaje quede atesorado en tu memoria como si fuesen una victoriosa canción, que siempre le recordará a tu corazón que nunca deje de sentir, porque ese es el modo más maravilloso de fluir, viviendo en el presente. Sintiendo nos abrimos. Sintiendo iluminamos. Sintiendo amamos y somos capaces de abrazar la adversidad, honrando sus sabias enseñanzas. Sintiendo. Sintiendo. Vamos a seguir sintiendo.
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