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La medicina alternativa del momento se llama kambó: es el veneno que secreta una ranita del Amazonas y que usan los indígenas de la etnia katukina. Sus partidarios dicen que, al aplicarlo sobre piel viva, sana cáncer, artritis, adicciones y cuanto mal aflige al ser humano. A Chile llegó hace un año y ya tiene devotos que se encomiendan a sus efectos sin saber si el kambó tiene contraindicaciones. No les importa lo que diga la ciencia.
Guillermina Altomonte
Desde el baño llegan las arcadas estruendosas de Cristián Castillo (47), ingeniero comercial que trabaja en publicidad y marketing. Castillo vomita –al menos así suena– como si se fuera a partir en dos. En el living de una casa en la comuna de San Miguel ocho personas lo escuchan, pero nadie se inmuta. Todos vomitan así cuando se aplican kambó en la piel viva. Lo hacen para curarse de sus males. Por eso están acá.
Cristián asegura que así se sanó de colon irritable crónico y adicción al cigarrillo. Cada uno tiene su historia: Lyliam Molina, 33, dueña de casa, quedó embarazada después de usar kambó, tras cuatro meses de intentos frustrados. Carla Figueroa, 25, instructora de yoga, dice que el kambó la sanó de una infección a los riñones. Carlos Parra, 38, técnico industrial, afirma que se sanó de problemas digestivos y reflujo. Su hijo Diego, de 6, también se ha puesto kambó, y se le quitaron sus frecuentes dolores de cabeza. Daniela Maza, 27, asistente dental, dice que superó una depresión que incluyó intentos de suicidio. Ya no toma remedios. Margarita Oyarzún, 70, tiene un cáncer terminal a la vesícula con metástasis. Se aplicó kambó ocho veces, día por medio, y ya no siente dolores. Dejó la morfina que le daba su médico. No ha vuelto a usar kambó, porque está muy débil para resistir los vómitos.
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