domingo, 18 de diciembre de 2011
IBN ASAD: La Dimensión Sagrada del Juego
LA DIMENSIÓN SAGRADA DEL JUEGO
por Ibn Asad
En español “se juega” cuando alguien “hace algo con alegría y con el solo fin de divertirse.” Así se define “jugar”; y el acto de jugar es el juego, “el acto recreativo sometido a reglas en el cual se gana… o se pierde”.
Por lo tanto un juego no es sólo una “cosa de niños”, pues la diversión no es (o no debería de ser) algo propio de los niños. El hombre es jugador durante toda su vida mientras busca diversión en sus actos, se somete a unas reglas, y asume que ese juego acabará con victoria o con derrota. Y por eso mismo, porque en la vida el ser humano no hace otra cosa que jugar, el “juego” es un símbolo de primer orden unánime en todas las expresiones tradicionales. En la manifestación humana, pocas cosas se han tomado más en serio que el “juego”.
Lalita y su juguete
Existe un himno tántrico famosísimo aún en el país de Assam que se llama Lalita-trishati. Este himno está dedicado a la manifestación del universo como “juego” (lila) y al regocijo del Principio Supremo en su simbolismo femenino (Devi) como “jugadora” (Lalita). Lalita es uno de los nombres divinos de la tradición shakta de Assam y su representación tradicional es la de una bella muchacha de quince años que se divierte con su juguete. ¿Cuál es el juguete de Lalita? Usted, yo, nosotros, la tierra, los mares… el universo es tan solo un juego para Ella.
Esta bellísima figura simbólica (el universo como juguete en manos de una niña enamorada) encuentra la expresión más clara en la tradición hindú, pero está presente de una u otra forma en todos los pueblos de la Tierra. Las mitologías relacionadas con el móvil cosmológico intentan y consiguen responder a la difícil pregunta de ¿Para qué Dios creó el Mundo? (o en otras palabras, “¿Por qué se manifiesta el Universo?”). Muchas fuentes responden que el Universo entero se creó por puro amor; muchas otras fuentes responden que el Universo entero se creó sólo por deseo; y muchas otras fuentes responden que el Universo entero se creó por pura y dura diversión… sólo para divertirse.
La cosmología de la diversión parecería una materia un tanto extraña e incluso irreverente para algunos teólogos. Sin embargo, esta materia existe mucho antes de que alguien se atreviera a dar existencia a un conocimiento de Dios (Teología), que desde cualquier punto de vista, resulta un poco extraño eso de pretender conocer al que conoce. En India, esto lo tienen superado desde hace milenios. Existe una “diversión cosmológica” que en sánscrito es referida como Ahladini-Shakti, el poder creativo de la diversión. El Universo es interpretado así como un mero juego que divierte a un Ser Primero que, por adecuaciones simbólicas y culturales que intentaremos explicar a continuación, es representado como “muchacha”.
¿Por qué el Ser que se divierte con el mundo se representa en Assam como una chica traviesa y no como un anciano sabio y barbudo? Bueno, pues porque aunque todo ser humano “juega”, los jóvenes mantienen un vigor, una curiosidad y una creatividad que en las personas viejas se va apagando, hasta que desaparece en sus últimos días. Así, tal y como dijimos en “Metafísica del Nacimiento”, desde ese punto de vista es más comprensible y asimilable la representación simbólica de la divinidad a través de la figura del “niño” que a través de la figura del “anciano”. Ambos estarían cerca del gran misterio, uno a través del nacimiento y el otro a través de la muerte, pero sólo el “niño” mantiene una capacidad de sorpresa divina. Para divertirse en su juego, el niño se basta a sí mismo. Por el contrario, el anciano necesitará algo o alguien más. ¿Y cuántos juegan en este juego supremo? One player. La multiplicidad es el mismo juego, el universo.
Esto tiene relación con el hecho de que Lalita, además de joven solitaria, se represente chica, femenina, mujer. Y esto resultará peliagudo para lectores occidentales. Antes dijimos que Lalita es representada en tradiciones propias del centro arcaico de India, como una adolescente que juega con su “juguete”. Ese “juguete” no es otro que el Universo, que en representaciones artísticas es simbolizado de diversas maneras, siendo el “clítoris” la más habitual. La diversión cosmológica shakta se simboliza en muchas ocasiones a través de la muchacha que se divierte en un placer solitario y privado, o hablando de una manera menos críptica, el símbolo más habitual y adecuado para la cosmología de la diversión según la tradición shakta, es la inocente y pueril masturbación de una chica. Así es, y resultará difícil de comprender para gran parte de los lectores. Ese es el símbolo que, como tal, está desprovisto de valor sin el conocimiento de una doctrina metafísica profunda y elaborada que compone el núcleo de una espiritualidad antiquísima y ciertamente desconcertante para el hombre moderno.
“Ese es el origen de la dama de la montaña (Parvati) convertida en vulva para su propio placer.” (Lingopasanarahasya Tantra, 5, 23)
El juego divino a dos
Una concepción no dual (advaita) de la totalidad (como la hindú lo es, como la musulmana lo es, y como toda concepción tradicional lo es, no importa cuál) encara el problema de las relaciones entre Principio y Manifestación, Creador y Creación, Dios y el Mundo, reconociendo el insondable misterio que en última instancia siempre va a destruir cualquier formulación teológica. En lenguaje cristiano de palabras de Eckhart de Hochheim, se trata de aquello de “El mundo está en Dios y sin embargo, no es Dios”. Así es: la última reducción dual expresada en cosmología es la de “Espíritu” y “Materia” en términos occidentales, o en una expresión más adecuada y completa, la de purusha y prakrti, según la perspectiva samkhya (estúdiese Samkhyakarika). En palabras claras adaptadas a nuestro símbolo del “juego divino”: sólo puede haber un único “jugador”; pues todo el resto es “juego”. El símbolo del “juego” que forma parte del cuerpo del “jugador” (tal y como la vulva –yoni- de Lalita) no dista mucho de la paradoja de Maestro Eckhart. ¿Es el “juego divino” un divertimento solitario? Sí, de alguna forma, desde el punto de vista del principio, del testigo, del observador supremo.
Sin embargo existen juegos con varios jugadores. Más aún: desde nuestra perspectiva contingente y limitada, el “juego” suele ser más divertido cuando jugamos con otro. Y aún más divertido que jugar con otro, es jugar contra otro. El jugador múltiple se transforma en rival; la diversión se alimenta con la pugna; y el “juego divino” se manifiesta como “juego humano” en el momento en el que aparece la “victoria” y la “derrota”. La unidad parece romperse en dos para que dos jugadores se enfrenten en un juego. Ése es el principio simbólico del juego de la vida, de la lucha del bien contra el mal, del drama humano. Ése juego tiene muchos nombres, pero uno que aún hoy se utiliza, es la voz hispano-árabe, “ajedrez”.
“La vida es el ajedrez”
Nadie conoce el origen del juego que hoy identificamos como ajedrez. Los diferentes países, naciones, razas… se atribuyen su origen sin éxito, pues siempre aparece un pueblo anterior que jugaba al ajedrez o a algo que se le parecía. Los persas tenían el shatranj y los indios el chaturanga; y ambas palabras significan lo mismo: “estructura cuádruple” (en sánscrito; chatur, cuatro; anga, miembros).
La estructura física del shatranj, del chaturanga y de nuestro ajedrez es el cuadrado, símbolo del “campo de batalla”, de la manifestación universal, de la prakrti. Un cuadrado enmarca los diagramas cosmológicos hindúes (yantras) y un cuadrado es la representación artística elemental de la tierra. La división de este cuadrado está relacionada con correspondencias numerológicas profundas. Recordemos el nombre del ajedrez indio, el chaturanga y el protagonismo numerológico del “cuatro”. El tablero está dividido en 64 cuadrados (4x4x4 u 8x8 ); cuatro eran (y son) las direcciones del espacio (léase La Rueda de los Cuatro Brazos), como ocho eran las direcciones del templo brahmánico y ocho eran los planetas de jyotish védica; y el número de piezas son 16 (4x4). Ante todo esto, si nos formulan la incómoda pregunta del origen del ajedrez, decimos: Sí, el ajedrez es indio, al menos por lo que podemos saber, que, dicho sea de paso, es algo insignificante e insuficiente si se quiere descubrir el origen temporal de un símbolo de primer orden. El ajedrez es uno de esos símbolos; y por ello, no nos importa ni lo más mínimo descubrir su origen histórico.
Porque el valor sagrado de este “juego” llamado en nuestra lengua “ajedrez” pero que cada uno va a llamar como le venga en gana y jugará con las reglas de su idiosincrasia comunitaria, está más allá de todo lenguaje. Porque todo “juego” sería divino en su naturaliza profunda; no existen juegos profanos, sino jugadores indignos e ignorantes de la dimensión transcendente del juego. No sólo el chaturanga indio, el shatranj persa, el ajedrez son juegos; también lo son las damas chinas, los dados arios, el oware africano, el maqara árabe, los naipes europeos, el tlachtli azteca, e incluso el fútbol, el baloncesto o el tenis antes de que la modernidad convirtiera la belleza del juego en la calamidad del deporte. Todos los juegos se apoyan en la misma estructura simbólica del misterio cosmológico: la pugna gozosa e ilusoria de dos rivales enfrentados para la diversión de un espectador transcendente que observa el drama. Sólo asimilando este contenido simbólico, se comprende la hondura y el rigor de la célebre frase del campeón Robert Fischer, que aseguró corrigiendo a su rival Spassky que “la vida no era como el ajedrez”, sino que “la vida es el ajedrez”.
Let´s play!
Pero antes de comenzar a jugar, veamos unas conexiones filológicas y simbólicas del “juego”. Dijimos que, más allá de los jugadores rivales, hay un principio transcendente que observa el drama. ¿Qué drama? En las lenguas indo-europeas, la raíz que significa “jugar” suele ser la misma que se usa para la actuación teatral; por ejemplo, en inglés, to play sería “jugar” y también “actuar teatralmente”. No sólo eso: el mismo verbo se utiliza para la interpretación musical. Juego, teatro, música… El “juego divino” (Lila) no es sólo el divertimento juvenil de Lalita, sino una serie de artes (maya) que son atributos simbólicos de las diferentes epifanías shaktas. La “danza” es el “juego” simbólico de la epifanía referida como Kali. La danza de Kali. El “teatro” es el “juego” simbólico de la epifanía referida como Lakshmi. La rapsodia de Vak. La “música” es el “juego” simbólico de la epifanía referida como Sarasvati. La melodía de Sarasvati.
La representación tradicional de Sarasvati es una mujer hermosa con un instrumento de cuerda indio parecido a un laúd o a una guitarra llamado vina. Este tipo de instrumentos musicales (vina, sitar…) son considerados morada de Sarasvati y el músico indio los limpia y los cuida con un primor incomprensible para alguien sin una concepción religiosa del arte y de la música. Este tipo de instrumentos son piezas de artesanía de lutieres que trabajan una especie particular de calabaza. Como curiosidad ilustrativa, decir que la palabra que designa a la calabaza (kadhuu), se usa popularmente para referirse al órgano sexual femenino. Y es que tanto un músico, como un actor, como una bailarina, como un dramaturgo, tan sólo hacen una cosa, playing, “jugar”, participar en una diversión transcendente que se basta a sí misma para manifestar el universo en su belleza.
Por lo tanto, juguemos, interpretemos, representemos nuestro papel en este maravilloso juego. Desinteresados por el destino, por el azar, por el desenlace final de la trama, los buenos jugadores disfrutan del placer del juego, en plena posesión de su arte, respetando unas reglas que –ellos saben- transcienden al jugador. Los buenos jugadores no necesitan reconocimiento para seguir jugando, una y otra vez, gozosos en su tarea, implacables con sus rivales.
Entonces, sigan jugando, independientemente de la victoria o de la derrota. Si ganan, la gloria es suya. Y si pierden, recuerden que todo esto no es nada más que un juego.
Ibn Asad www.ibnasad.com
(Artículo dedicado a Roger, a Ibrahim, a Mario, a Javi y a Irati… todos ellos buenos jugadores) Dic 2011
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