viernes, 9 de agosto de 2013

Dr. Manuel Elkin Patarroyo y su lucha contra la Malaria y otras Enfermedades Infecciosas... (Un Hereje Más)



El inmunólogo colombiano Manuel Elkin Patarroyo /
Óscar Pérez, El Espectador
Patarroyo y su Lucha contra la Malaria 
Leer en EL ESPECTADOR COLOMBIA
Nacional |10 Mayo 2013 - 10:00 pm
por: Redacción Gente

Postulado al Nobel de Química en dos ocasiones
Este científico, creador de la primera vacuna sintética contra el paludismo, trabaja en la fórmula para combatir otras 517 enfermedades infecciosas.

Manuel Elkin Patarroyo, director del Instituto de Inmunología de Colombia, fue el primero en desarrollar una vacuna sintética contra la malaria, enfermedad que cobra la vida de un niño cada minuto y que cada año se transmite a 216 millones de personas en el mundo. El descubrimiento fue suficiente para que en tres ocasiones lo postularan al Nobel: dos veces en química y una en medicina, y para que los colombianos lo vieran como referente de la ciencia en el país.


A los ocho años, la violencia obligó a su familia a huir de Ataco, al sur del Tolima, y desplazarse a Girardot, donde comenzó su obsesión por las vacunas. Su padre, viéndolo sin oficio en el nuevo hogar, le regaló un cómic sobre la vida de Luis Pasteur, titulado Descubridor de vacunas, benefactor de la humanidad. Luego llegaron Robert Koch y su lucha contra la tuberculosis, Armauer Hansen y su lucha contra la lepra y Ronald Ross y su batalla contra la malaria. Desde entonces, Patarroyo decidió que quería convertirse, como sus héroes animados, en científico y desarrollador de vacunas.

De ahí en adelante, el tolimense se graduó de médico, obtuvo un doctorado en medicina y cirugía de la Universidad Nacional, cursó una especialización en virología en la Universidad de Yale y otra en inmunología de la Universidad Rockefeller y el Instituto Karolinska de Estocolmo.

El momento clave de su carrera llegó en 1986, en el laboratorio que montó en el Amazonas para hacer moléculas y ensayarlas en micos. Allí, entre experimentos y fórmulas fallidas, el sueño de infancia por fin se hizo realidad: descubrió la primera vacuna contra la malaria, denominada SPF-66, y tras realizar ensayos en más de 50.000 individuos de distintos países se verificó su efectividad entre un 30 y 50%.

En 1996 cedió la patente a la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero su nueva obsesión fue hallar una vacuna mucho más efectiva, y así fue: en 2011, dio a conocer la Colfavac, de la que había comprobado una efectividad superior al 90% en monos y que ahora está probando en humanos.

En la prestigiosa revista estadounidense Chemical Reviews publicó que había encontrado los principios químicos que permitirán crear vacunas sintéticas para prevenir prácticamente todas la enfermedades infecciosas existentes en el mundo: tuberculosis, papiloma humano, dengue, hepatitis C, lepra y cientos más.

La labor incansable de este investigador lo ha hecho acreedor de importantes premios y reconocimientos: doctorados honoris causa por las universidades Nacional, del Tolima y Metropolitana de Barranquilla; el Premio León Bernard que otorga la OMS; el nombramiento como académico de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid, y, entre las condecoraciones, las de Caballero de la Orden de San Carlos y Simón Bolívar, ambas de Colombia.

De culminar su investigación sobre principios químicos que permitan crear vacunas para cientos de enfermedades infecciosas, no sería extraño que el Nobel de Química o Medicina por fin quede en Colombia.

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El científico denuncia que su vacuna, a la que atribuye eficacia contra la malaria y ciertos tumores, lleva tres años paralizada 09.05.2013 | 02:22


Manuel Patarroyo, durante su conferencia de ayer. En primera fila, el rector y varios miembros de su equipo. david steam

Oviedo, P. ÁLVAREZ

Un científico colombiano desarrolla una vacuna contra la malaria. Un coronel del Ejército de los Estados Unidos boicotea su avance y tres meses más tarde anuncia una vacuna propia. El científico perfecciona su estrategia y consigue una vacuna eficaz no sólo para la malaria, sino también para otras enfermedades infecciosas e incluso para algunos tipos de cáncer. Pero una denuncia de un grupo ecologista, que lo acusa de tráfico ilegal de los monos con los que investigaba, tiene paralizado el proyecto desde hace tres años, y sin visos de solución.

Mientras tanto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que sólo la malaria (o paludismo) continúa cobrándose cada año unas 660.000 vidas en todo el mundo, en su mayoría menores de 5 años del África subsahariana, y que afecta anualmente a más de 200 millones de personas.

Ésta es, de forma muy resumida, la apasionante historia que ayer relató el investigador colombiano Manuel Elkin Patarroyo en el Aula Magna de la Universidad de Oviedo. Si fuera convertida en un guión cinematográfico, muy probablemente podría llevar por título «Patarroyo contra el mundo», o algo parecido. Porque, por el medio, están otros desarrollos de vacuna antimalaria con financiadores de la talla de Bill Gates. Una pugna en la que interviene de forma destacada el médico de origen asturiano Pedro Alonso, responsable del Centro de Investigación en Salud Internacional de Barcelona (CRESIB).

Tanto Alonso como Patarroyo han recibido el premio «Príncipe de Asturias», pero hoy por hoy las relaciones entre ambos no son precisamente pacíficas. «El resultado de todos estos estudios, en los que se han invertido billones de dólares es, y discúlpenme que diga esto, cero», precisó el investigador sudamericano en alusión a sus competidores.

El recinto universitario estaba al completo, con el rector, Vicente Gotor, y varios miembros de su equipo de gobierno en primera fila. «Hemos desarrollado una metodología lógica y racional para una vacuna que evitaría la muerte de cerca de 17 millones de personas a causa de enfermedades infecciosas», señaló Patarroyo.

El inmunólogo concretó que, si fuera aplicada de forma universal -a unos 3.500 millones de habitantes de las áreas más depauperadas del planeta-, el coste de cada dosis de la inmunización podría rondar los tres céntimos de euro. «Todo está publicado, hemos desarrollado una vacuna que protege totalmente al menos durante tres años», enfatizó Patarroyo, quien en varios momentos de su disertación reiteró su gratitud a la Reina Sofía y a la Fundación Príncipe de Asturias.
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MALARIA, YA BASTA

El canal público Señal Colombia emitió recientemente (Abril-25-2013) un documental titulado "La Vacuna según Bill Gates, Ya Basta Malaria" realizado por la empresa francesa ZED y coproducido por canales de Francia, República Checa, Portugal, Irlanda Brasil y Colombia, en el que se analiza el estado actual de algunas de las más prometedoras vacunas contra la malaria: RTS,S, Colfavac, que en su primera etapa se llamó SPf66, GMZ2 y MSP3.

La malaria, también llamada paludismo, es una enfermedad causada por un parásito, el Plasmodium, que se transmite de persona a persona mediante la picadura de la hembra del mosquito anopheles infectada. El parásito, al ingresar al cuerpo humano llega rápidamente –una hora– al hígado, donde cumple la llamada fase hepática.

Luego, después de entre 5 y 10 días, ingresa al torrente sanguíneo, invadiendo los glóbulos rojos, los cuales destruye, multiplicándose aceleradamente. Esta es la fase sanguínea, momento en el que se presentan los síntomas típicos de la malaria: fiebres altas, escalofríos, sudoración profusa y, de no tratarse oportunamente, malaria cerebral y la muerte. Los tipos de parásito más frecuentes son el Plasmodium Vivax y el Plasmodium Falciparum, que es el más letal.

Esta enfermedad, que en el 2010 atacó a 200 millones de personas y mató un millón de ellas, la gran mayoría niños, obliga moral y perentoriamente a los investigadores de todo el mundo a desarrollar una vacuna que le permita a estas poblaciones, pobres y vulnerables, protegerse, sino gratuitamente, por lo menos a un costo ínfimo que puedan asumir quienes malviven con menos de dos dólares diarios, como el África subsahariana y las regiones más pobres de Colombia y otros países latinoamericanos. 260 mil muertos por hambre en Somalia son una prueba irrefutable de la gravedad de la situación.

La compra de medicamentos para tratar la malaria no es una opción viable para personas tan pobres, pero la venta a gobiernos y organizaciones interesadas si constituye un vasto mercado para las empresas comercializadoras, negocios de los que obtienen multimillonarias ganancias. El problema, dice Germán Velásquez, es que si van a morir cien mil niños y se pueden salvar 50 mil hay que hacerlo, pero, ¿Cuál es el costo?, es decir, es un problema económico, no de humanidad.

Es aquí, justamente, donde empiezan los cuestionamientos a la candidata a vacuna RTS,S, cuyo objetivo es proteger durante el estadio hepático del parásito. Para desarrollarla se han invertido hasta el momento 500 millones de dólares provenientes de la Fundación Bill & Melinda Gates y de la gigante multinacional farmacéutica Glaxo SmithKline, GSK, que han aportado 200 y 300 millones de dólares respectivamente.

"Las vacunas son una de las mejores inversiones que podemos hacer, dice Gates". La frase refleja a la perfección el sentido comercial de la investigación que desarrollan en colaboración con el Walter Reed Army Institute, centro de investigaciones médicas del ejército de los Estados Unidos, que busca proteger los soldados que cumplen misiones fuera del territorio norteamericano en los que la malaria es endémica.

No hay ningún interés, según el presidente de GSK, en producir vacunas de bajo costo porque ello “desincentiva la investigación”, lo cual automáticamente excluye de sus posibles beneficios a millones de personas sin capacidad de pago. Un hecho bastante llamativo para los realizadores del documental es que el anuncio haya sido hecho por empresarios como Bill Gates, no por científicos o investigadores. El ofrecimiento de “ayudas para revisar la salud” a la población objetivo para que permita la realización de las pruebas es, según los realizadores, una fuente de distorsión del proceso.

También hay serios cuestionamientos de tipo técnico y científico. De acuerdo con un artículo publicado en noviembre del 2012 por el New York Times, esta vacuna produjo “resultados decepcionantes”. La decepción se debe a la publicación de su desarrollo sin completar las pruebas y sin aportar datos, grave pecado científico, numerosos casos de meningitis asociados a su aplicación, pérdida de efectividad en un breve lapso de tiempo y a la disminución de su protectividad casi a cero cuando se aplicó mezclada con la vacuna contra la polio. El prematuro anuncio constituyó una evidente jugada con ribetes políticos y económicos a los ojos de la comunidad científica internacional.
Las fundaciones como la de Bill Gates se utilizan, dice Patrick Zylberman, miembro del Centre de recherche médecine, sciences, santé, santé mentale société, para lavar la imagen de grandes empresarios y corporaciones cuando estas se ven afectadas ante la opinión pública, y que mejor pretexto para ello que la salud pública, afirma. Por esa época Microsoft enfrentaba una demanda en la cual se le acusaba de ejercer actividades monopolísticas que amenazaban los intereses de otras empresas desarrolladoras de software.
El economista colombiano Germán Velásquez, quien dirigió durante un tiempo el Programa de Acción de Fármacos de la Organización Mundial de la Salud, OMS, se retiró después de denunciar varias veces su falta de independencia en las decisiones. “Las decisiones que están siendo tomadas no son de carácter estrictamente técnico sino que hay implicadas consideraciones de tipo político, industrial y económico; se ha vuelto un organismo que está en manos del sector privado en gran parte, hasta el 80%”, dice.
Que la OMS dependa de intereses particulares para su funcionamiento -léase industria farmacéutica- lo convierte en un organismo fácil de presionar y cuyas decisiones necesariamente deben responder a los intereses de sus financiadores. Se investiga y desarrolla solamente aquello para cual la industria aporta recursos, no lo que necesitan grandes masas de población sin capacidad de pago.

La MSP3, creada por Pierre Duilhe, probada en Malí, se enfoca en la fase sanguínea de la enfermedad. Su estrategia consiste en estudiar las personas que con el tiempo han desarrollado algún grado de inmunidad frente a la enfermedad para entender como se protege su organismo e inyectar esos anticuerpos a niños expuestos con lo cual se espera alcanzar un grado de protectividad que justifique su producción.

Parece que reduce los episodios de malaria severa hasta en un 40% pero no hay evidencia alguna de protección. Está conformada por un polipéptido sencillo, 90 aminoácidos, diluido en hidróxido de aluminio como adyuvante. En su desarrollo se han invertido 3 millones de Euros.

La GMZ2 es, básicamente, la MSP3 mezclada con otra proteína denominada GLURP (Plasmodium Falciparum Glutamate Rich Protein). Fue creada por el científico danés Michael Theisen a pedido de la European Malaria Vaccine Initiative's (EMVI) y mediante contrato firmado en 2003 con la empresa biotecnológica Henogen. En 2005, también bajo la figura de un contrato con la Universidad de Tübingen, se desarrollaron las pruebas clínicas en Burkina Faso. Ha costado a la fecha 10 millones de Euros.

En Colombia la Fundación Instituto de Inmunología de Colombia, FIDIC, grupo que dirige el colombiano Manuel Elkin Patarroyo, desarrolló la segunda etapa de la SPf66, la primera vacuna químicamente hecha y la primera contra un parásito en el mundo, a la cual llamó COLFAVAC, por Colombian Falciparum Vaccine, que en pruebas realizadas ha alcanzado niveles de protectividad de hasta el 95% en monos y es multiestadio, es decir, ofrece protección durante las fases hepática y sanguínea del parásito.

El dinero invertido en la investigación durante 30 años es de alrededor de 40 millones de dólares, provenientes en su mayoría de donaciones. Patarroyo se ha negado sistemáticamente a establecer alianzas con la industria farmacéutica. El que pone el dinero pone las condiciones, dice, y eso nos privaría de producir vacunas a razón de 20 centavos de dólar por dosis, lejos de los 25 dólares que costaría la de GSK, si es que llega a producirse, dice.

El paso a la fase clínica de la vacuna se encuentra bloqueado debido a falta de financiación por parte de los organismos competentes en Colombia y a presiones de diversa índole, incluso jurídicas, que han obligado al cierre del centro de experimentación que el Profesor Patarroyo tiene en Leticia, Colombia.
La SPf66, donada a la OMS en 1993, fue archivada con el argumento de que no ofrecía niveles de protección que justificaran su producción. Esos niveles, entre 30 y 50% según la literatura médica, serían suficientes para proteger y salvar la vida de muchos miles de personas en todo el mundo, pero las condiciones impuestas por Patarroyo, básicamente su producción al costo para hacerla accesible a todos los grupos de población, se han convertido en el mayor obstáculo para su aplicación porque no hay ganancias, ni grandes ni pequeñas, para nadie.

Se deduce del documental que las inversiones en tiempo y dinero para el desarrollo de esta vacuna son enormes y, sobre todo, que es una competencia feroz en la que priman consideraciones de tipo político, industrial, estratégico, militar y económico antes que razones humanitarias.

LAS NUEVAS VACUNAS, POR MANUEL ELKIN PATARROYO


Nota: Para mayor información, podrán encontrar todo lo relacionado a su trabajo en este blog: http://nojodanmasapatarroyo.blogspot.com

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