martes, 23 de noviembre de 2010

Errores en la Búsqueda Espiritual, por Fernando Díez



El dilema de todo buscador cuando se adentra por primera vez en el camino de la evolución espiritual es encontrar las referencias que le guíen en su peregrinaje. No es fácil hallarlas. Y no valen las mismas para todo el mundo. La evolución tiene siempre un carácter individual y la decisión sobre qué elegir en cada momento, entre las opciones que se presentan, debe ser también individual. No obstante, hay algunas cuestiones que todo buscador debe saber antes de dar el primer paso.


Cuando una persona emprende su viaje de buscador, al surgir en su mente los porqués de la existencia, o, cuando desilusionado de una experiencia material y sensual poco gratificante, siente de repente nacer la necesidad de saber, conocer y entrar en contacto con lo trascendente, no suele saber realmente ni qué está buscando ni hacia dónde se dirige. Y es justo entonces, en ese momento crucial, cuando mira en todas direcciones buscando apoyo y se encuentra con su incapacidad para discernir frente al inmenso abanico de caminos posibles, lo que le hace con frecuencia presa de una extrema inestabilidad, física, emocional y mental, sabio mecanismo instintivo de la Existencia para que el ego se despierte, se mueva y amplíe las fronteras de su conocimiento.
Porque todo buscador en sus primeros pasos, con su recién estrenada ansia de conocimiento, suele verse arrastrado por todo tipo de senderos coyunturales, bien sea de religión en religión, bien de filosofía en filosofía, de mancia en mancia, de yoga en yoga o de terapia en terapia. Y con ello corre el peligro de perder la perspectiva, enmarañar, difuminar y complicar todo el propósito inicial; incluso puede pasar que se enajene de sí mismo al identificarse, o introyectarse, con doctrinas, religiones y sectas, que más pronto o más tarde tendrán que acabar devolviéndole -siempre que no se quede estancado en ellas- al auténtico camino, al que comienza y parte de uno mismo, es decir, al camino interior. Porque en el espacio de los dogmas, los rituales y las doctrinas se pierde la necesaria visión global.
Y es que hay tantas técnicas y sistemas en el mercado espiritual actual, en el mercado de la Nueva Era, que al buscador le resulta demasiado difícil discernir; y lo esencial se pierde en lo contingente, en las formas externas. Y algo tan sencillo como debiera ser el conseguir de la manera más directa la armonía con el entorno y con uno mismo por medio de la ética, algo que podría resumirse en el "no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan", esencia de la vida espiritual, se justifica en términos de sofisticados yogas, complicadas terapias, profundas y enrevesadas religiones, técnicas transpersonales y filosofías que, tal vez necesarias en algún momento del camino, se transforman demasiado a menudo en fines en sí mismos.
Porque lo cierto es que para conseguir sentimientos -tan "complicados", a priori- como el cariño, la generosidad, la tolerancia o la solidaridad, entre otros, que son los que proporcionan la serenidad interior tan buscada, el ser humano ha tenido que desarrollar asombrosas vías externas...; lo que prueba su extraordinaria capacidad para expandir la consciencia. Sin embargo, es obvio que adquirir la ecuanimidad y la compasión, objetivo del camino interior, aunque sean abstracción de cualidades tan simples como las ya citadas, no es asunto de información ni de razón, sino de purificación; de ser, no de tener. La ética profunda no es cuestión de educación sino de capacidad de amar.
Mucha gente conoce intelectualmente, al menos los más pensadores e instruidos, que la Verdad ha de llegar del propio interior, pero se desconoce en general que la verdad llega como sentimiento y estado de consciencia, como estado de beatitud solo al alcance de aquellos extremadamente afinados con la Existencia. Y por mucho que busquemos racionalmente en todas las bibliotecas en pos de razones, no hay nada intelectual en la Verdad, nada concreto, porque el conocimiento de lo real se expresa como emoción, y la emoción, el sentimiento, como actitud externa y conducta, como amor. No se trata de conocer, sino de ser. Recordémoslo: 
"Conoce el Reino de los Cielos, el resto te será dado".
El camino interior cuenta con un itinerario inevitable, porque después de la experiencia del mundo, viene el trabajo consciente sobre uno; por él se llega a la purificación, por la purificación al desapego (aceptación), por el desapego a la inocencia (humildad), por la inocencia a la devoción y por la devoción a la Gracia.
Pero debemos saber que para lograrlo hay tantas vías espirituales como buscadores y que cada uno debe discernir, según su nivel y real saber, cuál es el mejor para él. Y nadie puede decidir por uno, sencillamente porque sólo es posible encontrar el camino mediante la experiencia. Por eso es tan difícil para alguien que ha empezado antes a andar en el camino de la evolución apuntar direcciones o caminos con nombres propios.
Ahora bien, hay uno que nunca falla, sea cual sea el nivel que uno tenga, uno que jamás puede inducir a error si el buscador es capaz de aferrarse a él: el Amor, o, al menos, el cariño y la generosidad. Y si el amor no es posible, al menos que lo sea la ética. Si a esto le añadimos una buena alimentación y una vida sana, las posibilidades de progreso interior, de armonia, son ciertas e inmediatas. ¿Y por qué es esto último tan importante? Pues porque no es posible tener una mente sana en un cuerpo que no está sano.
Pero si hablar de caminos es arriesgado, no lo es tanto señalar ciertas claves y puertas más o menos engañosas. Por eso nos atrevemos aquí a mencionar algunas, que nos parecen más comunes y concretas y con más marcada incidencia en el progreso interior. ¿Cuáles? Pues, cuando menos, estas siete:
1) "Creer que la alimentación no tiene nada que ver con el camino."
Es corriente que, antes de decidirse a realizar un trabajo serio sobre sí, el buscador dedique mucho tiempo a hablar del tema, divagando sobre las vías, caminos, religiones y filosofías que más le pueden aportar o ayudar en su evolución, pensando que la tarea consiste sólo en la adquisición de conocimiento intelectual; así que asiste a toda clase de cursos, lee todo tipo de libros, acude a congresos, charlas y coloquios -medios, por supuesto, nada nocivos en sí mismos ni mucho menos; al contrario, pero siempre que no se los confunda con los fines y no se detenga uno ahí-. No obstante, puede suceder que dentro de ese ámbito el buscador no piense para nada que su alimentación, sus hábitos y su manera de vivir tengan relación alguna con el trabajo. Simbólicamente, es como permanecer dando vueltas y vueltas en círculo alrededor del centro buscado, sin proponerse dar un paso decidido hacia delante, hacia el interior. Primer paso que no es otro que la preparación del cuerpo físico para la gran aventura. Por eso, decidirse por una vida sana y equilibrada es el pre-requisito mínimo imprescindible que un buscador debe plantearse antes de nada. No hacerlo le impedirá avanzar en el progreso de su búsqueda espiritual y de su evolución.
2)  "Creer que el prójimo es ajeno al progreso espiritual propio."
Y es que se olvida que a Dios sólo se llega por el sentimiento, a través de los que el prójimo nos despierta, que a él está destinada nuestra sabiduría y en él aprendemos, mediante el trato, todo lo que necesitamos saber. Viéndonos en él nos conocemos, y conocemos es conocer la esencia de Dios. Y cuando ese sentimiento hacia el entorno se sublima, se transforma en devoción.
Debemos aprender que todas las dificultades que el camino presenta se resuelven solo en el banco de pruebas de la vida cotidiana y que no es posible acercarse a Dios si antes no se ha acercado uno al prójimo. Y ello porque solucionando y optimizando nuestra relación con el entorno -familia, amigos, compañeros y gente cotidiana- solucionamos el entendimiento con nosotros mismos, único obstáculo hacia la armonía y la serenidad; y precisamente es desde ese espacio de paz desde donde parte realmente el camino espiritual, la vida interior.
Puede que muchos no lo entiendan, pero la verdad es que cuando el buscador alcanza el sentimiento místico y piensa que abriendo la última puerta se va a encontrar con la divinidad cara a cara, lo que ocurre es que se encuentra otra vez ante el prójimo; con nuevos valores, jerarquías y capacidades, eso sí, pero también con mayores responsabilidades. ¿Y por qué? Pues porque mientras haya un ser que sufra en la Tierra, por ese principio unitario que místicos y científicos intuyen -aun-que sacando de él muy diferentes conclusiones- todos seremos responsables y quedará un trabajo a realizar.
3) "Creer que la renuncia está ligada a la represión."
Se olvida que la renuncia no puede -ni debe- ser forzada, sólo espontánea y como resultado de un cambio de experiencias, de las externas a las internas. El deseo reprimido enfría el necesario ardor del alma. Los placeres emocionales son superiores a los físicos, los mentales más profundos que los emocionales y los espirituales muy superiores a todos ellos; por eso la renuncia no debe ser otra cosa que una expansión de la consciencia que empuja a nuevas experiencias y hace inevitable el rechazo a la experiencia sensual. La purificación lleva al desapego, pero la represión no lleva a la pureza.
4) "Creer que hay muchos caminos para llegar a Dios o a la trascendencia."
Así sucede con los que olvidan que no se pueden confundir los medios con el fin. Caminos sólo hay uno, la vida, el más trascendente de los yogas. Lo demás -religiones, filosofías, terapias y sadanas- son herramientas para realizar la travesía del mundo; y todas ellas, si quieren ser eficaces, tienen que empujar y converger al final hacia -y en- la devoción, es decir, en un tipo de conducta en la que la extrema ética y el amor, cariño, tolerancia, generosidad, etc., sean los únicos condicionantes. Los yogas, filosofías, religiones y terapias son medios; la vida espiritual, sublimación ética de la cotidiana y con la que se funde al final, el objetivo.
5) "Creer que la suprema libertad es el libre albedrío y la independencia."
Quienes así piensan olvidan que la sabiduría, el conocimiento y el amor transforman la libertad en ineludible deber, sencillamente porque cuanto mayor es el conocimiento, mayor es la responsabilidad. Para el ser espiritual, la ley escrita es papel mojado: la suya propia, su ética, su sabiduría, es mucho más exigente.
6) "Creer que se puede obviar que la meditación y la concentración son el quinto y sexto escalones del yoga.
Pensar así es no comprender que, para poder meditar serena y profundamente, con resultados, hay que tener las cuentas medianamente limpias con uno mismo y con el prójimo. Sin la plena aceptación de uno mismo, sin una condición interior serena y armónica -resultado de una cierta actitud ética hacia el entorno y uno mismo- que evite las culpabilidades, sin una vida sana y equilibrada, es muy difícil que la meditación y la concentración sirvan para algo. La meditación y la concentración son los últimos escalones del yoga y necesitan de una cierta preparación. Y
7) "Creer que la vida espiritual es la búsqueda de alguna filosofía secreta, mantras, poderes o técnicas mágicas."
Porque eso supone olvidar que el trabajo espiritual no consiste en adquirir cosas, sino en deshacerse de ellas, que las únicas adquisiciones en la vida interior son la humildad, la aceptación y la devoción; y que, incluso ellas, han estado desde siempre dentro del propio ser humano, al igual que la felicidad o el amor.
El único trabajo real y efectivo en la vida espiritual, el único medio realmente útil -que tampoco es un fin-, es la purificación física, emocional y mental, porque de esta manera, desechando todos los malos hábitos, emociones negativas y pensamientos egoístas que ocultan al ser real, descubriremos nuestro patrimonio interior.
Por Fernando Diez En MAS ALLA de la ciencia

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