Ha pasado ya tiempo desde que comenzamos a vivir tal y como lo hacemos ahora. Un 
modelo centrado en:
 máxima producción al mínimo coste y consumo ilimitado para generar ‘crecimiento’ infinito. ¿Qué buscamos con esto? Tener el mayor lucro posible, en el menor tiempo.
A pesar de ello una parte considerable de la 
sociedad todavía no sabe que nuestro modo de vivir forma parte de un 
sistema concreto, una opción elegida entre otras muchas. Tantas como podamos imaginar. Incluso hay quien va más allá pensando que las opciones a elegir son el caos absoluto, o aquello que tenemos ahora. Esta preocupante simplificación aflora de manera automática cuando se cuestiona nuestro modo de vida. La visión mayoritaria es que un sistema diferente al actual equivale a violencia, desorden, pánico… y a perder todas nuestras posesiones.
 
Si observamos con detenimiento, el 
sistema está muy bien resguardado en todos y cada uno de sus rincones. 
Poco a poco ha ido estableciendo un 'Nuevo Orden' que ya no sólo controla lo político, lo económico, o lo social; también controla nuestra mente. Llegó a nuestras conciencias en mucha mayor medida de la que imaginamos. Y es ahí donde se ha instalado, velando por sí mismo. Es por esto que incluso en un momento como el actual, en el que cada vez nos queda más claro que este sistema no nos lleva a nada bueno, sigue habiendo el mismo miedo a un cambio.
 
Hace no demasiado tiempo, el destacado filósofo y psicólogo Erich Fromm, mostraba su visión presente y futura del ser humano transformado en un 
Homo Consumens. Un consumidor total, cuya única finalidad es tener más y usar más. Entre otras cosas, alegaba que la 
sociedad produce cada vez más cosas inútiles; y en igual proporción, cada vez más personas cuya vida está principalmente destinada a ser un eslabón más de la inercia consumidora. No le faltaba razón. Poco a poco vamos viendo crecer esa espiral en la que desde pequeños, se nos crea la necesidad de consumir compulsivamente. Y sobre todo, de consumir aquello que no necesitamos.
 
Frente a una 
publicidad constante orientada al 
consumismo extremo, unos medios de comunicación que lo alimentan, o un poder empresarial y financiero centrado en que este 
modelo no cambie, de poco sirve explicar a unos y otros hacia dónde nos lleva esta dinámica de vida. Y a pesar de lo que pueda parecer, la solución no pasa por ningún tipo de acción radical. No se trata de ‘borrar del mapa’ el poder que nos domina y decide sobre nuestras vidas, sino de cambiar la mentalidad individualista y deshumanizada de donde parte este 
sistema tan injusto, tan desigual. Mientras no sea la 
sociedad la que cambie, podríamos desmantelar una y otra vez grupos de poder o gobiernos codiciosos, que volverían a ser sustituidos por otros con idéntica mentalidad. La desigualdad 
social tampoco se soluciona imponiendo a toda la población el mismo nivel de riqueza; sino con las mismas oportunidades, derechos y libertades para todas las personas. El consumismo no se vence a través del 
consumo ‘cero’; sino siendo conscientes de las consecuencias del consumo irracional, usando (cuando nos sea posible) medios de intercambio alternativos al dinero y consumiendo de forma ética y responsable. Por suerte poco a poco se va entendiendo este constructivo mensaje, aunque la presión ejercida para que seamos una sociedad codiciosa, obsesionada con el dinero y totalmente dependiente de cosas que no necesitamos, sea muy grande.
 
Se dice que estamos en una época transitoria, entre una etapa que se resiste a acabar y otra que no se decide a empezar. De nosotros depende acelerar ese proceso y dar paso a aquello que tanto demandamos. Pasemos de la protesta a la propuesta. Lo que puedas, donde puedas, cuando puedas; pero formando parte de la solución, no del problema. Claro que es posible.
EcoPortal.net
Cultura de Solidaridad
www.culturadesolidaridad.org 
No hay comentarios:
Publicar un comentario