Dicen que el mal es la ausencia del bien, así como la oscuridad es la ausencia de la luz; y el frío la ausencia de calor… Y creo que es cierto si hablamos de la famosa dualidad que todo lo encorseta a un lado o al otro sin que permita otra posible alternativa.
También dicen que el mayor regalo que el ser humano posee es el de la libertad. ¿Libertad para matar, cometer crímenes, violar, robar…? ¿Libertad para imponer leyes opresoras, injustas, aunque legales pero amorales?
Y hablando de libertad, también se habla mucho de respeto, de amor, de paz, de… muchas palabras, vocablos o conceptos que más o menos están bastante tergiversados, y que utilizamos como bandera o estandarte que mostramos y luego exigimos, ¿pero, alguien habla en serio de ellos? Pues no oigo (y es mi opinión) hablar en serio de EMPATÍA. Tampoco hablaré mucho, sólo lo estoy mencionando por si alguien puede llegar a comprender lo que es el don divino de la empatía. Porque si puedo ponerme en el lugar del otro, puedo aceptarlo y comprenderlo aunque no comparta lo que es el otro, lo que piense o lo que diga. Y si todos los seres humanos pudieran desarrollar la empatía divina, el don de ponerse en el lugar del otro para comprender su vivencia, para comprender el por qué de su declinar, para, en definitiva, aceptar que es diferente a mí y que por ello no ha de suponer una amenaza, peligro o enemigo al que combatir, cualquier lucha cesaría; cualquier conflicto se evitaría. La pelea no tendría sentido.
Cuando tengo desarrollada la capacidad de la empatía, el don divino, por excelencia, me doy cuenta que no soy quien para enjuiciar a nadie ni a nada. La empatía hace que los prejuicios salten por lo aires para siempre. Si me diera cuenta del trasfondo de lo que significa ponerse en el lugar de los demás, y que los demás lo hagan conmigo ¿dónde habría un problema? No los habría; ni siquiera surgirían.
¿Cuántas veces se reclama el respeto? A patadas. Pero para llegar al respeto se empieza por la empatía, la cual desemboca directamente en la aceptación de lo demás y concluye en la comprensión de uno y de los demás.
Ponte en mi lugar. Sé empátic@, y desde ese puntal se llega a solventar uno de los Karmas que toda alma quiere aprender: la aceptación.
Una vez que hay empatía, sí que de verdad hay libertad en la acción que le continúa, de lo contrario se es una reacción descontrolada. Y es que tras la empatía, el respeto por la libertad del otro es manifiesta; y si el otro hace lo mismo hacia un@, nos estamos regalando muchos dones divinos, pero, a mí modo de entender, todo empieza por el don divino de la empatía. Sólo ponte en mí lugar, y el resto sale solo. Pero la clave está en ser empático con un@ mism@, en saberse poner en su lugar para aceptarse a sí mismo, y el resto ya es muy fácil. Que el don divino de la empatía no es ponerse en el lugar del otro olvidándose de un@, sino que una vez que me he puesto en mí, aceptándome, lo puedo hacer hacia los demás.
Autor: Deéelij
http://emiliocarrillobenito.blogspot.com
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