martes, 1 de febrero de 2011

Mudras: Una Breve Historia, Sabrina Mesko


Mudras: Una Breve Historia 
Del Libro de Sabrina Mesko.

Las posturas de las manos han sido propias de todas las culturas que existen sobre la tierra y se pueden considerar esenciales en la civilización: los antiguos egipcios, los romanos, los griegos, los persas, los aborígenes australianos, las antiguas culturas india, china, africana, turca, maya, inuit, la de las islas Fidji, y los nativos americanos utilizan el lenguaje de las manos.

Hoy en día aún utilizamos el lenguaje de las manos, un signo de amistad y paz. El aplauso es el lenguaje para la aprobación y el  entusiasmo; cuando queremos reprender a alguien a alguien, lo señalamos con el dedo índice; una mano en alto que enseña la palma indica que nos detengamos.

Existen muchos puntos de vista en relación con el desarrollo de los gestos con las manos. Los científicos han demostrado que incluso los monos se comunican con las manos y creen firmemente que los gestos con las manos han sido la base para el lenguaje hablado. Un niño ciego que jamás ha visto, aplaudirá para expresar su entusiasmo y alegría. Muchos de los gestos que hacemos con las manos son universales y tienen miles de años de antigüedad. En Egipto, hace casi cinco mil años, los sacerdotes y las sacerdotisas hacían gestos con las manos en las oraciones rituales.

Los gestos sagrados con las manos eran la clave para comunicarse con los dioses, manifestar milagros y conectar con la otra vida.

Los egipcios grabaron estos gestos sagrados en bajorrelieves sobre las paredes de las pirámides y en el interior de las mismas y se convirtieron luego en la base de sus jeroglíficos. Estos movimientos, y el conocimiento de su poder espiritual y de su utilización, viajaron hacia Egipto hasta Italia y la India.

A estos gestos en la India se les denominó con la palabra sánscrita “Mudras”. Pronto se convirtieron en una parte irreemplazable del yoga, que tiene como objetivo conectar al practicante con la energía cósmica y divina. Los mudras se convirtieron en la esencia de esa comunicación divina tanto en el budismo como en el hinduismo. Los monjes budistas desarrollaron aún más la comprensión de los mudras y los utilizaron para rituales de oración, una práctica que aún permanece viva en nuestros días. Platón situaba los gestos con las manos entre las virtudes civiles de la antigua Grecia, donde se clasificaba a los gestos con las manos en cómicos, trágicos y satíricos. Desde Egipto y Grecia los gestos con las manos se trajeron a Roma, donde se convirtieron en un elemento esencial en la cultura y el discurso popular.

Durante el reinado del emperador Augusto en Roma, los movimientos de las manos en las danzas de pantomima se constituyeron en el deleite personal del emperador. Se celebraban competiciones entre los mejores bailarines que empleaban los gestos con las manos, y toda Roma estaba dividida según cuáles fueran sus favoritos. El más distinguido era a menudo denominado el Filósofo Bailarín.

Existe Una historia de una etapa posterior del Imperio que narra la visita del rey armenio para presentar sus respetos al emperador Nerón. Cuando llegó la hora de su despedida, se le preguntó qué era lo que le gustaría llevarse a casa, y él respondió: “El bailarín que gesticula con las manos, porque habla mejor con ellas que mi pueblo con las palabras”.
En el año 190 había en Roma seis mil bailarines dedicados al arte de los gestos con las manos. Su popularidad continuó hasta el siglo sexto después de Cristo. Los gestos sagrados con las manos se emplearon también en las prácticas religiosas de los judíos. En diversos retratos de Moisés es posible observarlo utilizando  mudras en gestos de bendición, protección divina, conocimiento y como un modo de recibir la guía divina.

En el cristianismo los mudras asumieron una forma menos evidente. Las posturas utilizadas de las manos están casi siempre en los retratos de Jesús. Sin embargo, no se enseño a la mayoría a las personas el significado de dichas posturas. Por esta razón, las personas pertenecientes  a culturas occidentales han perdido el conocimiento del poder sagrado y de sanación de los mudras y los utilizan mayoritariamente como gestos expresivos en la comunicación.

En las pinturas Italianas pertenecientes al Renacimiento y a las épocas anteriores a él, una de las posturas más comunes es la que conecta el pulgar con el dedo índice. Su significado es que el ego – el dedo índice – reverencia a Dios- el pulgar – el Amor y unidad. En el uso popular Napolitano, ese gesto se denomina el beso del pulgar y el índice – el signo del Amor. En los retratos seculares, ese Gesto se traduce en la aprobación del Amor y el matrimonio. Algunos nativos americanos lo han utilizado para indicar que consideran que algo está bien y que lo aprueban.

Otro gesto común en las pinturas religiosas es el de la palma vuelta hacia arriba. Esta postura data de siglo atrás y significa apertura e indignación. En este libro forma parte del mudra que se utiliza para pedir una guía y también del mudra para afrontarlos miedos. Cuando usted pide al Universo que lo proteja y lo guíe, la palma se coloca de vuelta hacia arriba para que sea posible poner algo en ella – algo puede serle dado. Los indios americanos tradujeron este gesto como: ¡Dame!

Una posición en la cual el dedo índice se mueve en circulo posee una conexión universal – específicamente “no”, rechazo en las culturas italianas, japonesas y de los nativos americanos, entre otras. Cuando el dedo índice apunta pero no se mueve, en el uso popular y en el gran arte italiano significa indicio, justicia, indicar algo (lo que ha conducido al nombre del dedo índice).

También puede querer decir silencio, atención, número, mediación y demostración.

Los nativos americanos se encuentran entre los más afamados comunicadores a través de los gestos con las manos, que a menudo utiliza para conversar frente  a los extraños. Los primeros colonos blancos creían que los indios americanos rara vez utilizaban el lenguaje hablado, puesto que casi siempre los veían hablando con las manos. Sin embargo, los indios eran precavidos y utilizaban los gestos con las manos a sabiendas que los europeos no lo comprendían. Más adelante los nativos americanos desempeñarían un papel fundamental en la comunicación con los niños sordos.

En México se han encontrado signos de manos en antiguos y elaborados grabados, y también se los puede observar en la cerámica de la antigua Grecia y en jarrones homéricos. El alfabeto chino realmente se originó como una representación de los gestos de las manos. Existen muchos puntos en común entre los gestos de las manos de los nativos americanos, los chinos, los egipcios y las culturas africanas. Espero que los arqueólogos, antropólogos y lingüística puedan llegar a conjeturar de qué forma estos gestos universales llegaron a ser utilizados en puntos tan distantes del mundo. Los gestos con las manos son la madre de toda la comunicación y son realmente poderosos. El arte de los mudras es de inspiración divina: nos permite comunicarnos con lo divino, desarrollar y aspirar a cualidades superiores y mantener un lenguaje popular comprendido a nivel universal. Los mudras son nuestra conexión con el gesto divino del cósmos.

El paso del tiempo ha hecho revivir y apreciar la dádiva de la práctica de los mudras para poder utilizar éstas técnicas antiguas sumamente eficaces y poderosas en la vida cotidiana. Los mudras le ayudarán a perseguir sus sueños: su vida está en sus propias manos. Este  libro es la manifestación de mi sueño de dedicarme al servicio. Ahora está usted sosteniéndola en sus manos, y basándome a mi experiencia personal puedo afirmar que los mudras le ayudarán a encontrar lo mejor de sí mismo; a sanar su mente, cuerpo y espíritu; a mejorar su vida; y a conducirlo hasta un nuevo nivel de consciencia de sí y de poder personal.

Espero que disfrute descubriendo el mundo de los mudras y conociendo su naturaleza espiritual innata y sus propios dones.

Estaré eternamente agradecida por haber recibido la oportunidad de ser el instrumento para la transmisión de estas enseñanzas sagradas para usted.

Una en Espíritu, Amor y Paz.

Sabrina.

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