domingo, 6 de febrero de 2011

La Ley de la Inteligencia, Víctor Manuel Guzmán



LA LEY DE LA INTELIGENCIA

Cuando Somos la suma de todas las inteligencias. Cuando nos reconocemos como una parte íntegra de esa inteligencia y sabemos sin lugar a dudas que éste es el gran principio de la expansión del universo, no tardaremos en ser conscientes de que toda la inteligencia del universo cósmico trabaja con nosotros. También nos daremos cuenta con rapidez de que tanto la inteligencia de un gran genio como la pequeña mente de una simple célula del cuerpo trabajan con nosotros en perfecta armonía: Allí estoy hablando de la gran mente única cósmica e inteligente, a la que somos parte y por ende vinculados. En realidad, todos somos mente; somos la autoconciencia del universo. En el instante en que así lo sintamos no habrá nada que pueda apartarnos de esta Conciencia.

De allí podemos extraer todo el conocimiento; sabemos que podemos conocerlo todo, sin estudiar y sin ningún proceso que implique el uso del raciocinio, sin tener que pasar de una lección a la siguiente, ni de una cuestión a otra. Las lecciones sólo son necesarias para conducirnos hasta una actitud desde la cual podamos pasar a este pensamiento. A continuación nos tornamos íntegros e incluimos todo pensamiento. Existe toda una corriente de pensamiento motivador que es irresistible y sabemos que no hay nada que pueda desviarnos de nuestra verdadera realización. Somos uno con el todo; y por ello nos movemos irresistiblemente con el todo. No hay nada que pueda apartarnos de nuestra realización. La gota de agua sola es débil cuando se aparta del océano; devuélvela a él y se tornará tan poderosa como todo el océano. No importa si nos gusta o si creemos en ello. Se trata de la Ley Inteligente, de la cual todos somos parte de ella.



La suma de toda verdad es el gran principio de esta Ley. Tanto si pensamos que se trata de una gran verdad o una pequeña verdad, toda palabra verdadera, pensada o pronunciada forma parte de la gran verdad universal, y todos somos eso. Cuando alcanzamos esta unidad y nos mantenemos de manera absoluta en este precepto, entonces tenemos toda la verdad apoyándonos, aumentando nuestra resistencia. La fuerza del océano es la que proporciona la energía a la ola, y no es más que una porción de la energía del universo de la que el humano también es parte.

El mayor mecanismo de acción que tiene esta Ley de la Inteligencia es el amor, que constituye la suma de todo afecto, de toda ferviente emoción, de todo pensamiento positivo, mirada, palabra, hecho amoroso. Toda atracción amorosa, grande o pequeña, sublime o baja, hace que el amor único e infinito se manifieste espontáneamente y que no exista nada demasiado grande para nosotros. Cuando amamos de manera altruista tenemos todo un océano de amor cósmico con nosotros, y así lo que se considera inferior se torna superior porque se ha desarrollado hacia la perfección absoluta. Por ello todo el universo del amor está consciente de nosotros, ya que no hay mayor fuerza en la tierra o en el universo que el amor puro.

Igualmente, la suma de toda condición, toda forma y todo ser no es más que el infinito principio cósmico universal, tanto si se trata de individuos, planetas, constelaciones, átomos, electrones o la partícula más diminuta. Todos juntos conformamos el Único Infinito, cuyo cuerpo es el universo, la mente, la inteligencia cósmica, y el alma es el amor cósmico. Entretejidos conjuntamente en un todo, los cuerpos, mentes y almas se mantienen unidos a través de la fuerza vital cohesiva; no obstante, cada uno de ellos funciona como entidad individual eterna que se mueve con entera libertad en su órbita individual y octava en armonía, siendo atraídos, llevados y mantenidos juntos mediante el amor de ese universo armónico. Todos somos ese Gran Ser al que nada puede interponerse. Está formada por toda unidad de todo ser viviente, así como por todas las unidades del universo. Si una porción de una unidad se autoexcluye del todo, esto no influye en el ser principal, pero provoca muchos cambios en la unidad. El océano no es consciente de que pierda una gota de agua, pero la gota es muy consciente del océano cuando se entrega a él.

Debemos saber a ciencia cierta que estamos totalmente amalgamados con esta Ley que rigue el universo, y no podemos separarnos o apartarnos de ella. Así pues, trabajamos con este principio de poder que es todo poder. Nos movemos en ella y nos sumergimos nuestro ser en la Ley. Por eso cuando deseamos entrar en contacto con algún evento o persona en particular, no pensamos en algo alejado o difícil de conseguir, ya que sabemos que está dentro de nosotros y estamos consciente de su presencia y del dominio que ejerce con todo su poder. Por ese motivo, no debemos detenernos ni pararnos a considerar, sino tomar el sendero que conduce directamente a la aplicación de la ley en nuestro interior, para tener una vida total y perfecta con mayor abundancia de la verdad y el amor para ser libres.

Al liberarnos de los prejuicios que nos han sometido los dogmas y al comprender como funciona la Ley de la Inteligencia Universal, despertamos a nuestro auténtico patrimonio. Despertamos a la belleza y a la pureza inmemorial cuyo mensaje nos dice que somos eternamente bellos, puros y perfectos, espirituales, inmortales y divinos, son verdaderos templos del universo. Este despertar también nos hace comprender que nosotros jamás hemos descendido a ningún reino del mal. Nos damos cuenta que solo se trataba de un concepto humano que nos hacía creer que habíamos descendido. Tan pronto como nos liberamos de ese pensamiento, somos liberados hacia su verdadero patrimonio de divinidad y así nos impregnamos de ese resplandor que nos envuelve y nos invade en la clara atmósfera que nos rodea como un vapor de color blanco-dorado. Esta luz aumenta sin cesar hasta que cubre e inunda todo a nuestro alrededor. Comúnmente llamamos aura a esta luminosidad que aparece con una luz blanca de pureza cristalina, deslumbrante, que centellea con una luminosidad más grande, como el más puro de los diamantes y que emana de nuestros cuerpos. Allí nos hallamos en otro escalón al que hemos ascendido que se llama la Transfiguración, con nuestros cuerpos luminosos y resplandecientes, radiantes y hermosos, totalmente inmersos en vida divina.

Este es el verdadero ser que siempre ha poseído y tiene todo, que siempre ha existido y siempre existirá. Un ser luminosa que ningún germen de decadencia pueda destruirle. Es un ser vivo que tiene un proceso eterno de nacer, crecer, reproducir, morir y nacer más triunfante. Un cuerpo que resucita eternamente, que abandona el reino artificial y evoluciona hasta convertirse en una divinidad. ¿Todavía no sabes que eres dios? Y que este reino de dios es la cosa más natural del mundo. Aquí surge una pregunta cuando estaremos en este reino. Sencillo: Cuando el exterior sea como el interior.

Esta es la gran estructura del universo. Existe un lugar esplendido para cada humano y cada uno cuenta con un lugar individual. La estructura sólo se mantiene en pie porque todo el universo está en el lugar que le corresponde. Pueden pensar los lectores que este mensaje no aligera la carga de muchos desposeídos que habitan el mundo. Así es todos somos una creación especialmente diseñada y que tenemos una misión particular que cumplir producto de nuestras anteriores vidas, y esa labor nadie más puede desempeñar ni realizar y si abriésemos nuestro corazón y nuestra alma de par en par al espíritu renovador, aprenderemos de nuestro propio corazón a dirigirnos y encaminarnos. Allí hallaremos aquello que he señalado, emergen como seres divinos, superiores y libres.

Por muy descarriados e irreflexivos que nos consideremos, descubriremos que la Ley de la Inteligencia Universal nos ama con devoción y ternura en el momento que nos volcamos hacia ella, porque mora en nuestro ser interno. La unción que hemos recibido de esta ley poderosa que rige todo el universo mora en nosotros porque convive dentro de nuestro ser el macro y el micro cosmos y día a día aprendemos de sus enseñanzas, por eso es necesario no resucitar los viejos esquemas que nos impone las religiones, las teorías religiosas, los dogmas, sino dejar de ser guiados, instruidos desde nuestro interior. La verdad está ahí para ti y solamente debes hallarlo.





EL PODER DE LA VOLUNTAD

Voluntad es el poder que el alma tiene para determinar, con consciencia y reflexión, a un acto libremente escogido. Y en esto consiste precisamente el arte de educar la voluntad: en saber desarrollar la facultad de dirigir sus actos, restringiendo la esfera del impulso mecánico y el imperio del capricho, para que el alma sea completamente dueña y señora de todas las energías. El humano posee tanta más fuerza de voluntad cuanto mejor sabe sustraerse al dominio de las fuerzas exteriores y más perfectamente gobernar los impulsos vitales que brotan del interior de su ser.

Cosa difícil es hallar un ser humano completamente dueño de su voluntad. Los humanos generalmente hablando se dividen en dos grandes grupos: apáticos y violentos. En los apáticos el impulso interno es casi nulo; las fuerzas vitales permanecen como sepultadas en la inacción, y en su actividad tan débil e insuficiente que no llega casi nunca a ponerse en consonancia con lo que exige de ellos el deber. Esta languidez de espíritu, este abatimiento al esfuerzo es la enfermedad de la voluntad más universalmente extendida y al propio tiempo la más peligrosa.

En los violentos, los que todos somos en determinadas ocasiones bajo la influencia de la pasión, el impulso es por el contrario excesivo y desordenado como un indomable caballo que no obedece al freno. Ni unos ni otros tienen dominio de su voluntad. Será dueño de su voluntad pues, aquel que durante horas de apatía sepa despertar sus energías amortiguadas, utilizando poca fuerza para determinar el impulso conveniente, y que, en los momentos de excitación desordenada, apacigüe y refrene sus pasiones, dirigiendo por el camino del deber las actividades fecundas que en su alma se desbordan.



LA VERDADERA DIGNIDAD

El primer resultado de semejante dominio será la manifestación y el desarrollo de la personalidad. Si ha podido afirmarse, con mucha verdad que apenas existe entre mil humanos, sólo uno que sea persona, es porque, en efecto, la mayor parte en lugar de tener el alma en sus manos, se dejan guiar por influencias externas o por las ciegas exigencias de su sensibilidad. La verdadera dignidad del humano se funda en lo que es y no en lo que tiene. Los hombres sin voluntad no son, pues, tales hombres, ya que ni se pertenecen, ni producen, ni adquieren. Por la voluntad se librarán de sus explotadores, se harán dueños de sí mismos, recobrando la libertad, con lo cual llegarán a ser personas morales, elevándose así del estado de degradación a la verdadera grandeza.

La conquista de sí mismo exige mayor esfuerzo que la conquista de los demás -lo que demuestra la historia de casi todos los grandes hombres-, el desenvolvimiento de la personalidad entraña el poder de acción y el imperio de la influencia sobre los demás hombres. Gobernarán el mundo y poseerán la tierra, pues aquellos que hayan tomado antes posesión de sí mismos, haciéndose dueños de sus actos.



PERSEVERANCIA

Todo se doblega ante una voluntad firme, aun los seres inanimados y la misma fuerza bruta. Gracias a la perseverancia en el trabajo y la tenacidad en los proyectos, la naturaleza revela a la voluntad humana sus secretos y sus recursos: por esta razón se ha dicho que el genio es la paciencia sufrida y perseverante, y es cosa averiguada que la voluntad no tiene menos parte que el talento en los más admirables descubrimientos y en las más atrevidas empresas.

El valor intelectual es, generalmente hablando fruto y resultado de la voluntad. Dos inteligencias de iguales alcances obtienen frecuentemente muy diferentes resultados, según sea la voluntad que las dirige: el talento sea el que fuere, no se desarrolla y vigoriza sino mediante el continuo ejercicio. Es cosa averiguada que, las más de las veces, la fecundidad de un sabio depende de la fuerza de atención del individuo, pues nada produce si se le divide y distrae en diferentes cosas. Fijo en una sola por la atención, la penetra y profundiza al par que se enriquece. Pero la atención es fatigosa; no se consigue sin esfuerzo y sin lucha, y es el más ventajoso resultado y quizá la más exacta medida de la fuerza de voluntad.

Nadie ignora que el talento depende en gran parte del esfuerzo de la voluntad; pero igualmente el mismo organismo, que guarda la misma subordinación. Por tanto no puede dudarse que la voluntad es tributaria de la salud, pero la voluntad influye a su vez en la salud, ya que regula el organismo, equilibra la alimentación y el desgaste y templa las excitaciones cuya violencia sería perniciosa; es aún mayor su alcance, pues su entereza comunica al organismo todo cierta tonicidad, que justifica, en parte su papel terapéutico que se ha querido señalar a la voluntad.



http://bibliotecavirtualmie.blogspot.com/2010/07/guzman-victor-manuel.html

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