martes, 4 de enero de 2011

"Mira hacia atrás y verás el futuro", Hilario Chiriap, Chamán de la Nación Shuar

HILARIO CHIRIAP, CHAMÁN DE LA NACIÓN SHUAR

Tengo 38 años. Nací en Asaú, una comunidad shuar en la selva amazónica dentro del Estado de Ecuador: mis padres sobrevivieron a 30 años de guerras tribales; mis abuelos chamanes, no. Tengo cinco hijos y una mujer, Rosa, que viaja conmigo. Creo que tenemos que limpiar nuestras raíces con las cuatro muertes para poder crecer.

Mi familia era de chamanes, pero mis padres vivieron 30 años de guerra...

–¿Con el gobierno?

No, entre tribus. Mis abuelos fueron exterminados en las guerras tribales y mis padres tuvieron que huir. Éramos trece hermanos y yo fui educado en la tradición chamánica de mi pueblo, la nación shuar...

–¿No eran ustedes los jíbaros?

No nos gusta ese nombre. Nos lo pusieron los conquistadores españoles.

–No quería ofender...

Somos shuar. Los salesianos empezaron a trabajar con nuestra gente en los años 60 y yo fui uno de los elegidos de mi pueblo para estudiar. Fui enviado a misiones y luego llegué a la universidad en Quito, pero no quise quedarme allí.

–¿Por qué?

Cuando estudiaba en el colegio, algunos profesores no entendían que pudiéramos ser tan buenos en matemáticas, como los mejores, y nos ponían peores notas que a los mestizos y a los blancos. Estuve interno hasta los 18 años y tenía que soportar muchos desprecios por
mi raza, hasta que, por fin, consiguieron que, cuando era ya mayor, no estuviera orgulloso de ser un shuar.

–¿Y qué le hizo convertirse en el líder espiritual de su nación?

Yo no era feliz en Quito. Pero hablaba con mi madre siempre que volvía a mi pueblo. Mi madre había heredado el chamanismo de mis abuelos y me explicó cómo todos los seres vivimos y morimos en la misma tierra bajo el mismo sol respirando el mismo aire: somos lo mismo. Todos venimos de lo mismo y vamos a parar a lo mismo.

–Eso me suena.

Así que yo no podía sentirme inferior.

–¿Siguió estudiando?

Sí, pero a los dos años de universidad me di cuenta de que mis chamanes tenían tanto que enseñarme como la universidad. Volví a mi casa y empecé a estudiar con mi madre, que sabe todos los ritos tradicionales, luego estuve con los chamanes de otras naciones indias que todavía no hablaban español y al fin con Jimpikit, mi maestro.

–¿Qué aprendió?

El valor de la vida y el camino de las cuatro muertes; aprendí a respirar, a curar lo curable y a aceptar lo incurable. Supe de  cientos de plantas que crecen en nuestra Amazonia y que mi madre mencionaba en sus cantos hasta que se acababa su memoria junto a los peces y los pájaros y los animales. Ella los nombraba para que no se extinguieran.

–¿Qué son las cuatro muertes?

Nosotros al nacer no estamos limpios. Heredamos siglos de guerras, de odios, de asesinatos, de robos y abusos, de destrucción de la naturaleza, de la tierra, del agua, del aire, de los árboles y animales... Es una pesada carga que vas arrastrando contigo por el mundo y que te impide crecer.

–¡Qué le vamos a hacer!

Se puede hacer algo. Nosotros creemos que podemos recuperar los ancestros. Conocer tus raíces, volver por ellas, reconociendo a tus antepasados hasta la tierra. Y cuando has limpiado tus raíces, crecerás como un árbol, pero limpio. Hay que mirar hacia atrás para poder ver delante de ti.

–¿Y eso cómo lo hacen?

Hay que purificar tu genética: morir para ver a tu familia hasta las raíces, y así abrirás tu mente y comprenderás.

–¿Habla de tomar drogas?

Hay sustancias que pueden ayudarte, pero, si no quieres, puedes atravesar el camino y pasar por las cuatro muertes sin tomar nada.

–Hablemos de las sustancias.

Utilizamos el natem, la naikiua y el tsank.

–¿Hay traducción?

El natem o ayahuasca es una liana conocida como planta sagrada; la naikiua creo que ustedes la llaman también floripondio. Y el tsankes el tabaco, que nosotros utilizamos en hojas verdes, cuanto más frescas mejor.

–¿Y si quiero ver mis raíces y limpiarlas, pero sin tomar nada?

Perfecto. Entonces también tenemos nuestras técnicas: una dieta, meditación, una actitud especial y una profundización en su interior.

–¿Qué estudió usted en la universidad?

Psicología.

–¿Qué dicen los psiquiatras y los psicólogos y los médicos de sus prácticas?

Ahora mismo estamos colaborando con muchos médicos oficiales en recuperar plantas y tratamientos antes de que se olviden. Hemos creado un Centro Educativo Shuar para grabar, filmar y recopilar todo lo que nos explicaron nuestros maestros.

–Por ejemplo.

Cómo construir casas con lo que nos da la selva, porque toda la selva es nuestra casa, y cómo tener familia y mantenerla y cómo vivir sin acabar con los peces ni los árboles ni las plantas. Cómo coger esas plantas sin destruir las raíces para que puedan volver a crecer y cómo cazar sin que se acabe la caza.

–¿Usted cree en Dios o en sus dioses?

Nosotros creemos en el Yus, la máxima fuerza, que se incorpora en el Arutam a la vida de los humanos, que cuando viven alcanzan el Uwishin, la plena armonía.

–Entonces ustedes los shuar son monoteístas...

No, somos politeístas. Esa energía universal tiene múltiples formas, que son nuestros dioses, pero creemos en una fuerza suprema.

–¿No es una contradicción?

No la hay. Esa fuerza universal está en todos los seres y está en uno: está en todos nosotros. Salimos de ella y volvemos a ella.



Hilario Chiriap

Tiene 38 años. Luego de recibir la sabiduría de su propio pueblo, se graduó de bachiller en la ciudad de Cuenca. Más tarde asistió a la Universidad Católica de Quito, de donde egresó como profesor bilingüe. De regreso en Shuar, retomó estudios con maestros tradicionales de la selva, los "uwishin".

Publicada en el grupo Yahoo de Chamanismo-

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